De pavos reales, franquicias, remakes y otras cuestiones

La siguiente entrada habla de la seducción y la importancia de ésta en la industria audiovisual. Para ilustrarla mejor he incluido algunos ejemplos del vil arte del ligoteo, apoyados todos en mis vivencias como espécimen masculino dotado de una grave torpeza para relacionarse con el género femenino. Por favor, sean clementes y traten de contener la risa.

El gran (por alto) Eduardo Prádanos me descubrió el razonamiento que hoy comparto con vosotros, vaya por delante mi agradecimiento. Fue hace cosa de un mes, mientras disfrutábamos de las dos únicas cervezas que logramos rescatar (hay que ver cómo priva la gente si es gratis…) durante el cóctel que siguió al III Congreso de #ActitudSocial. En un momento de la conversación, Eduardo dijo algo así como: “La batalla de hoy día no es por los anunciantes ni por la audiencia, es por la atención de la gente”. Cuanta razón, oiga.

Si nos paramos a pensar en la cantidad de ofertas de entretenimiento que nos llegan cada día, la cifra puede hasta marear:

Decenas de cadenas de TV con decenas de programas cada una.

Series y películas para pasar una vida entera  sentado en un sillón sin hacer otra cosa que consumirlas.

Cientos de miles de páginas web y blogs con contenido específico para satisfacer la más extraña de las aficiones.

Universos propios como Youtube o Twitter capaces de hacer que el internauta se pierda por una vórtice digital para no volver nunca (esto es en serio, cuantas veces has entrado en el portal de vídeos buscando unas polémicas declaraciones de tal político y has acabado viendo vídeos de teletiendas japonesas…).

El fondo musical y literario de toda la humanidad al alcance de un solo clic.

Miles de marcas comerciales ofreciéndonos contenidos brillantes relacionados de una u otra forma con su producto (con la sana intención de vender, claro está, pero entreteniéndonos por el camino).

Cientos de personas tratando de que veas su última webserie, leas su ingeniosa crítica de la nueva peli de Almodóvar o Haneke, admires las fotos de lo que se está comiendo, etc.

Y para colmo, si todo esto fuera poco, la tecnología nos permite hacer casi cualquiera de estas cosas por nosotros mismos y emplear todo nuestro tiempo en lograr terminarlo y en promocionarlo al mundo exterior.

Con este panorama tan saturado no es raro llegar a la conclusión anterior. Efectivamente, la gran pelea está en conseguir sacar la cabeza de entre toda la competencia y gritar a pleno pulmón: “¡Hola, estoy aquí… mira lo que tengo para ti!”. Como cuando un chico intenta ligar en una discoteca abarrotada de gente, lo realmente difícil es lograr que la chica (el consumidor, en nuestro caso) se fije en él y no en cualquier otro, quizá más guapo, más listo o más atrevido.

** Una aclaración, se aconseja no tratar de ligar en una discoteca diciéndole a una chica: “¡Hola, estoy aquí… mira lo que tengo para ti!”, porque lo más fácil es que te lleves una buena hostia.

Para llamar la atención hay que diferenciarse del resto de algún modo.

Para llamar la atención hay que diferenciarse del resto de algún modo.

La Naturaleza, en su infinita sabiduría, ha otorgado a los animales el don del cortejo como forma clara de llamar la atención del sexo contrario y poder ser el macho elegido para la procreación; hablamos de ese pavo real extendiendo su vistosa cola o del ave del paraíso con su gracioso bailoteo… Muchas veces se trata más de las formas que del contenido, y la industria audiovisual lo ha copiado a la perfección.

Una vez tenemos esto claro, comenzamos a entender la tendencia dominante en la industria del ocio de masas durante los últimos 15 años. Con la llegada del nuevo milenio vimos como las carteleras de cine, las parrillas televisivas y las estanterías de las librerías se llenaban de adaptaciones, remakes, trilogías alargadas en exceso, precuelas, secuelas, biopics y toda clase de material que se basa de alguna manera en una obra anterior.

Porque sigue sucediendo lo mismo que cuando el chaval consigue ligar en la discoteca. Para el común de los mortales no es algo que suceda cada sábado por la noche (tener un éxito habitual en eso, como en la TV y en el cine, está reservado a pocos) y cuando uno lo logra intenta aprovechar al máximo su éxito provocando una segunda, tercera o cuarta cita… hasta que o bien la chica se aburre o bien se enamora de ti. Exactamente las mismas dos cosas que ocurren en la industria del ocio: que el consumidor se harta de tu producto o se hace fan de él.

De ahí se entiende que decidiesen convertir una obra redonda y perfectamente acabada como “Matrix” en una deslucida trilogía; que Hollywood se volcase con enfermiza devoción a adaptar cualquier comic de éxito, por freak y minoritario que fuese su público original; que opten por estirar el chicle y convertir la última entrega de sagas, ya de por si largas, como “Crepúsculo” o “Harry Potter” en dos películas distintas; o que se haya multiplicado el interés por adaptar al mercado internacional series y películas locales (Desde “Abre los ojos”, “Rec” o “Funny games” a “Forbrydelsen” y “Hatufim”). Porque está claro que en la carrera por captar el interés de la audiencia cualquier mínima ventaja es clave, y contar de partida con una base de fans incondicionales o una buena reputación es una prerrogativa importante. No es lo mismo vender de la nada a hacerlo sabiendo que arrancas con un público cautivo numeroso o que cuentas con el slogan de “el thriller que ha arrasado en media Europa”.

Hacer una película y que sea un éxito es disparar a una diana con una sola bala en la recámara, y que tu producto sea conocido de antemano hace que esa diana sea mucho más grande. Como productor, da menos vértigo gastarse cientos de millones de euros en una película si ésta se llama “X Men” y tiene a sus espaldas a millares de fans de los comics en todo el mundo. Una vez has acertado está claro el camino a seguir ¿Para qué apostar por una idea nueva sin garantías cuando puedes seguir sacándole jugo a la que ya ha conseguido llamar la atención de la gente?. Ahí es cuando llegan “X Men 2” y “X Men: the last stand” y se demuestra que es más fácil tener éxito con una franquicia conocida aunque la calidad, como en el caso de la última película, baje notablemente. Y si sucede esto, tampoco pasa nada… se vuelve a empezar de nuevo y todo arreglado, como el caso de “X Men: first class”. Porque lo importante una vez se ha atrapado al espectador es no soltarlo bajo ningún concepto.

Ciudado con esta última máxima, porque llevada al terreno de las relaciones amorosas suele acabar en denuncias por secuestro y acoso, os lo aseguro…

La franquicia sigue viva y con pelliculas por estrenar.

La franquicia sigue viva y con pelliculas por estrenar.

Cuantas veces no hemos despotricado todos sobre la falta de ideas y el conservadurismo de la industria audiovisual. Cuantos no hemos puesto el grito en el cielo al comprobar que Hollywood se decidía por hacer un remake de “Evil dead”, que sin duda adolecerá de toda la magia de la versión original, o que Mediaset apostaba por la versión española de “Entre fantasmas” después de haber comprobado, en primera persona o no, las hostias que se pegaron las adaptaciones de “Cheers”, “Las chicas de oro”. “Life on mars” o “Matrimonio con hijos”. Y la respuesta a este tipo de “locuras” no es que los productores y directivos son lerdos, no. Lo que son es prudentes, quizá en exceso, con los millones de euros que se juegan. Ellos apuestan por llamar nuestra atención y lo cierto es que muchas veces lo consiguen, porque somos bastantes los que vemos estos productos por fidelidad al original o por simple curiosidad. El problema viene a la hora de valorarlos y hablar de ellos (en el caso de las pelis) o de seguir consumiendo (en el de las series)… pero la batalla por la atención la ganan. Por eso a veces elijen un producto que saben que no es tan brillante pero que parte con algo ventaja, por su notoriedad.

Sucede lo mismo que cuando un amigo nos habla de su compañera de oficina la soltera, que no es gran cosa pero que le ha comentado las ganas que tiene de conocer gente nueva… sabemos que probablemente no es la mujer de nuestras vidas, pero le damos una oportunidad y quedamos con ella porque es más fácil partir de ahí, que peleando desde cero en un bareto y medio trompa.

A día de hoy se nos llena la boca hablando de narraciones transmedia como una forma superior de contar historias. Pero si lo analizas desde el punto de vista comercial, una de las gracias del transmedia es precisamente conseguir prolongar en el tiempo la historia. Una vez que tienes la atención de tu público la tratas de mantener introduciéndolo en tu universo, por eso se amplia el campo de juego del usuario, para que pase más tiempo con nuestro producto (o sea, que tenga más citas con nosotros). Por eso también se le invita a ser parte activa de la trama: porque si se trata de conseguir la atención de la audiencia, cuanto más involucrada esté, más interesada… y uno se involucra más participando de algo que siendo un mero espectador.

Y ahora que lo pienso en el ligoteo también hay mucho de transmedia, ya que se mantiene la narración usando distintos canales: una cita cara a cara, un tonteo por whatsapp, conocerse en un chat, compartir alguna foto en su muro de facebook, grabarle una recopilación de canciones (¿Alguien sigue haciendo eso?), etc. son formas de mantener viva la historia saltando de un medio a otro; y además el discurso se adapta a la naturaleza de cada soporte y la coparticipación es absoluta… ¡Mola!

En definitiva, que conseguir llamar atención del espectador para que consuma tu producto audiovisual es de lo más importante y complicado hoy día; hasta tal punto que condiciona muchas de las decisiones y elecciones tanto creativas como de marketing que se toman en esta industria. Ser más conscientes de ello nos ayudará a llevar a buen término nuestros proyectos.

Y si eso no funciona, emborrachadla y decidle cosas bonitas sobre sus ojos…

Hasta que nos leamos.

Cuando lo blanco era en realidad negro

Estoy a dos episodios de terminar de ver Breaking Bad (Al menos lo que hay emitido hasta la fecha, a falta de los nuevos y últimos 8 capítulos con los que se cerrará la serie).

Lo que viene a continuación es un análisis repleto de spoilers, así que todos los que no la hayáis visto aun ya podéis ir derechitos a la cama, que esto no es para vosotros… y por favor, dejad de perder el tiempo tuiteando “Splash” y poneos al día con esta maravilla de la ficción televisiva.

breaking-bad

Se puede hablar largo y tendido sobre casi todos los aspectos de la serie, desde la realización a las actuaciones pasando por los simbolismos cromáticos o la acertadísima elección del lugar en que se desarrolla. Lo cierto es que breaking bad raya a la perfección en cualquiera de las múltiples facetas que componen una serie de TV, pero si hay algo especialmente comentado y valorado por la crítica y los profesionales del guión es el arco de transformación de su protagonista: Walter White.

Walter White es un tipo con nombre de personalidad secreta de superhéroe creado por Stan Lee (Ya que su nombre y su apellido comienzan con la misma letra, como en su día apuntó acertadamente Raj Koothrappali en un episodio de “The Big Band Theory” y, mucho antes que él, mi buen amigo Ramone), que sin embargo se ha hecho famoso y conquistado el corazón de millones de espectadores por ejemplificar a esas personas normales y corrientes que se vuelven unos auténticos hijos de puta si la vida les empuja un poco a ello.

Durante cinco temporadas hemos disfrutados como cochinos retozando en un charco al ver a Walter pasar de ser un padre de familia bueno, cariñoso, responsable, apocado, poca cosa, con un par de trabajos grises y frustrantes al que le diagnostican un cáncer terminal a convertirse en el mayor cocinero de metaanfetamita del suroeste de EE.UU. con un currículo que incluye asesinatos, robos, extorsiones, blanqueo de dinero, etc. además de terminar siendo un cínico, calculador, frío, manipulador y desalmado ser humano (Si es que se puede uno seguir refiriendo a él como tal).

Retrato robot del alter ego de Walter como camello.

Retrato robot del alter ego de Walter como camello.

Esta impresionante conversión es la que se han ganado fama mundial y ha hecho correr ríos de tinta (¿Es lícito seguir usando esta expresión cuando todos escribimos con ordenador y el único medio que gasta tinta, los periódicos tradicionales, imprime tiradas cada vez más pequeñas?), y es precisamente el aclamado arco de transformación el que me dispongo a analizar; para que nos demos cuenta de que quizás Walter no cambia tanto como creemos y de que, por muy White que nos lo pinten al principio, el personaje ya tenía mucho de black desde el primer episodio. 

Partamos desde la aceptación de que el punto débil del personaje, aquel que hace que se vaya dejando seducir por el lado oscuro, es el orgullo. En un hombre eminentemente bueno, este orgullo se presenta como el único lunar de su personalidad (Entiéndase como defecto importante). Esto es algo que ya queda claro desde el primer episodio de la serie. Como mandan los manuales de guión, el piloto debe contener todos los aspectos fundamentales del tema de la historia y dibujar a sus personajes principales de forma clara y concisa. En el caso de Breaking bad, la primera muestra de orgullo surge cuando Walter decide despedirse del lavadero de coches, harto ya de aguantar los abusos de su cejudo jefe. Ante la perspectiva de que le queden meses de vida, perder un trabajo de mierda con el que complementa su sueldo de profesor se antoja como nimio… y por ello Walter tira de orgullo para mandar al jefe a la mierda a base de groserías y gestos obscenos. En este punto el espectador está conociendo por primera vez al personaje y aplaude satisfecho la única victoria entre enormes derrotas y ejemplos de cómo tragar mierda que supone el primer capítulo. Pero la muestra de orgullo está ahí… como diría mi madre: “Tú siembra, que algo queda”.

La siguiente vez que Walter tira de orgullo si que comprendemos que éste va en contra suya y puede ser su perdición. Me estoy refiriendo al momento en que los que fueron sus socios, millonarios perdidos ellos, se ofrecen a pagar el tratamiento contra el cáncer. Se trata de la ex novia de Walter y de su antiguo mejor amigo. Los tres eran físicos y habían creado una pequeña y prometedora empresa, pero ella se enamora del otro y deja a Walter. Éste, herido en su orgullo les vende su parte de la empresa y decide cambiar de vida (Todo esto explicado en unos sutiles y elegantes falshbacks). Décadas después, la empresita se ha convertido en una gran multinacional que genera miles de millones de beneficio y sus dueños, al enterarse de la enfermedad de Walter deciden que están en deuda con él y que le quieren pagar el mejor tratamiento. El protagonista tiene la oportunidad de abandonar su peligroso y poco fructífero intento de vender drogas de un plumazo, pero el orgullo le domina y rechaza la oferta. No quiere nada de esos dos traidores; él se pagará el tratamiento trabajando, por si mismo.

A partir de aquí, muchos de los puntos de giro de la serie y de los pasos evolutivos de Walter vienen de la mano del orgullo: el orgullo de ver que en las calles se habla de Heisenberg le hace ganar confianza; por orgullo deja morir a la novia de Jesse, que había osado chantajearle, cuando salvándola habría recuperado la confianza y amistad con éste para siempre; el orgullo hace que cocine una meta azul que se identifique con su fórmula y se distinga del resto, aunque sea más fácil de rastrear por la DEA o el cártel; el orgullo que se tiene que tragar admitiendo la mentira del problema con el juego y quedando como un enfermo le hace empezar a odiar a Skyler; el orgullo herido de ver que Jesse es capaz de cocinar una meta casi tan buena como la suya le hace aceptar el trabajo de Gustavo cuando ya se iba a salir del negocio; el orgullo de saberse el mejor le hace creerse imprescindible, volar demasiado alto y terminar enfrentado a Gustavo; estar orgulloso de su trabajo y de lo que gana con él le lleva a comprar coches lujosos a pesar de que sabe que no debe llamar la atención; por orgullo fuerza a Skyler a admitirle en casa de nuevo, provocando que los niños se marchen y convirtiendo su vida personal en un infierno… orgullo, orgullo, orgullo.

"Yo gano". Walter no quiere estar por debajo de nadie.

«Yo gano». Walter no quiere estar por debajo de nadie.

 

Y así llegamos al último episodio que he visto (06×05) y a la reveladora conversación entre Jesse y Walter. El primero trata de convencer al segundo de que dejen el negocio y vendan la metilamina obteniendo 5 millones por cabeza. Como Walter no parece dispuesto a abandonar, Jesse le recuerda varias cosas que parecen habérsele olvidado: Primero, que se metió a cocinar droga para sacar sólo 700 mil dólares (cifra necesaria para el tratamiento y dejar bien colocada a su familia si moría); segundo y más importante, que se acabarían los riesgos, el miedo, las amenazas y las luchas… por fin lograría la ansiada seguridad para los suyos y podría vivir tranquilo. Ni corto ni perezoso, Walter le confiesa que todo eso ya le da igual, porque lo que planea es construir un imperio de la droga como nunca antes se ha conocido en la zona.

Entonces, a pecho descubierto, es cuando Walter por primera vez en mucho tiempo se sincera con su socio y le cuenta la historia de su antigua empresa, de su ex novia y su amigo jugándosela, de lo gilipollas que se siente cada vez que mira el valor en Bolsa de la compañía y se acuerda que vendió su parte por 5 mil dólares de nada… aflora la verdad y nos damos cuenta de que Walter no lleva 5 temporadas “volviéndose malo”, “Tomando el mal camino” o “echándose a perder” (Significados válidos todos para traducir el título), si no que ya llevaba muchos años podrido por dentro, sólo que esa podredumbre se mantenía latente y escondida, esperando su momento para aflorar.

Se puede afirmar, por tanto, que Breaking bad no es la historia de un hombre bueno que se convierte en malo obligado, en parte, por las circunstancias. Yo más bien definiría la serie así: la historia de cómo un hombre malo se da cuenta de que es malo y abraza por completo su Naturaleza.

Evidentemente, con esto no digo que no haya evolución del personaje o un potente arco de transformación, ni que el título de la serie no responda al paradigma de ésta… ni mucho menos. Sólo recalco que el punto de partida que todos asumimos es, básicamente, erróneo y demasiado bien pensado.

Aún me quedan dos capítulos por ver, e igual los que los conocéis sabéis que hay un cambio drástico que invalida esta teoría… tampoco conocemos el contenido de la tanda final de episodios y cómo acabará todo (Aunque no nos quitamos de la cabeza el genial flashforward que abre la 5ª temporada), así que sólo nos queda relamernos con ganas y seguir rumiando esta brillante historia hasta que Vince Gilligan y los suyos nos regalen el final.

 

Hasta que nos leamos.