Un encuentro muy esperado

Vista ya la decepcionante segunda temporada de “Homeland”, me gustaría pararme un poco para analizar uno de los momentos estrella de la misma. Si bien es cierto que la trama ha tirado con demasiada frecuencia de engaños baratos para conseguir avanzar, no lo es menos que los guionistas han sabido construir un buen puñado de escenas memorables por el camino (cosa que es de agradecer, porque hace mucho menos molestos los intentos de timo antes mencionados).

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El encuentro culminante de la serie

Quizá la mejor de todas estas secuencias llegó en el capítulo 5 de la temporada, con el interrogatorio de Carrie a Brody tras descubrir el video auto inculpatorio que él grabó tiempo atrás. Estamos ante el enfrentamiento que todos los espectadores llevamos esperando 17 episodios, el momento en que por fin los dos protagonistas podrán sentarse frente a frente y hablar con claridad… una enorme responsabilidad a nivel de escritura, de la que los guionistas salen especialmente airosos.

Como en los grandes conciertos, semejante actuación requiere de un telonero; el interrogatorio comienza en manos de Peter, que ejecuta su papel de “poli malo” con eficacia. No sólo consigue empezar a ablandar a Brody mostrándole que tienen el vídeo, sino que cierra su actuación clavándole un puñal en la mano en un simulado ataque de furia… es lo que tienen los teloneros, que deben llamar la atención de su público, sea como sea, en el poco tiempo que les dan.

Así llega el turno de la Mathison. Carrie, que está enamorada de él como una chiquilla; Carrie, que ha llegado a creer que estaba loca por culpa de su obsesión con que Brody era un terrorista; Carrie, que perdió su trabajo por ese mismo motivo; Carrie; que ahora sabe que todo era verdad y que ella tenía razón… Semejante contenedor de ira y frustraciones acumuladas en manos de una enferma inestable hubiera servido para que muchos escritores construyesen una escena repleta de gritos, reproches y amenazas, pero en lugar de eso los guionistas eligen el camino contrario, el de la cordialidad y la superación personal. Una senda larga y tortuosa, pero que resulta mucho más emotiva y creíble a la hora de conseguir que Brody confiese sus crímenes.

Para comenzar, Carrie se va directamente a lo personal y abre su corazón al hombre que ama, le hace saber que la destrozó por dentro y la hizo creer que estaba loca. Esto desarma a Brody por completo, que baja la guardia que había subido tras el ataque de Peter (de hecho, lo muestran con una sutil retirada del brazo herido, que mantenía en alto ante su cara en un gesto mitad protección, mitad denuncia). Comienza entonces un toma y daca, un primer round de contacto en el que Carrie se dedica a soltar reproches personales y Brody a justificarlos. Con sutileza y habilidad, ella va llevando la conversación en un par de ocasiones hasta un terreno profesional, obligándole a repetir que él no llevaba ninguna bomba ni era parte de un intento de atentado al Vicepresidente. El asalto acaba cuando Carrie consigue que Brody le pida perdón por haberle hecho daño emocionalmente y haber jodido su carrera profesional. Victoria para ella.

Brody sabe que están vigilando el interrogatorio.

Brody sabe que están vigilando el interrogatorio.

Este brillante comienzo permite a los guionistas situar a los personajes en planos opuestos: Por un lado tenemos a Carrie, que se ha sacado una espinita personal y además ha conseguido recordar a Brody que entre ellos hay algo más que una relación profesional; ella está en lo alto. Por el otro, Nicholas es por primera vez consciente de que sus actos y decisiones también dañan a otra gente, igual que las decisiones que tomaron aquellos de los que tanto ansía vengarse; él está abajo.

La segunda fase del interrogatorio está destinada a crear empatía entre ambos. Carrie decide que debe acercarse física y emocionalmente a Brody para poder sacarle la verdad. Es ella la que se baja voluntariamente a la altura de su interrogado. Para demostrarle su confianza y tratar de establecer el vinculo entre los dos, apaga todas las cámaras de vigilancia (aunque deja encendido el micrófono sin decirle nada a él), le quita las esposas y le da de beber un poco de agua. Con estos hechos ha roto la barrera física entre ellos (la mesa) y ha podido acercarse a Brody, tocarle y hacer más íntima la situación. Con todos estos gestos los guionistas nos están dejando claro que a continuación los personajes van a entrar en un nuevo nivel de complicidad.

Efectivamente, ahora Carrie pone en juego las experiencias de guerra que los dos tienen en común: han visto el horror de cerca y eso les distancia del resto de la sociedad, a la vez que ejerce ese magnetismo que sienten el uno por el otro; lo quieran o no, se entienden. Ella se preocupa por su estado anímico, quiere saber cómo se siente en su interior y qué hace cuando la gente que no comprendería nada de aquello le pregunta cómo es… Brody se sincera, reconoce que les miente y les dice sólo lo que esperan oír, no la verdad. Ella le tiene donde quería, ahora que reconoce que miente puede tratar de llevarle hacia la confesión; una vez más le introduce con disimulo el tema profesional, pero él se mantiene en sus trece y sigue negando su implicación en el atentado frustrado. Los dos son conscientes de que está mintiendo y Carrie se lo hace saber, logrando que él pierda los estribos: según Brody el mentiroso es el Vicepresidente.

En un inteligente movimiento, los guionistas hacen que Carrie sepa dar para recibir: en lugar de mostrar a una agente de la CIA de pensamiento (a su modo patriótico) talibán, hacen que ella comprenda que tiene una ocasión inmejorable para llegar hasta el fondo del asunto. Al escribir la escena no se plantean que un analista de inteligencia jamás cuestionaría a su superior ni las decisiones de combate de su país, sino que lo ven desde un punto de vista práctico: Carrie hace lo que tiene que hacer para obtener la verdad. Por eso ella reconoce que el Vicepresidente es un monstruo que merece ser castigado por sus crímenes… y que Brody no lo es, porque no detonó la bomba… Ante el silencio del marine, ya sabe cómo debe seguir. Carrie hace comprender a Brody que Abu Nashir también es un monstruo, demasiado parecido al Vicepresidente; que lo está usando para sus propósitos sin importarle el precio que paga Brody ni el dolor que causará. En un emotivo discurso echa por tierra todo lo que él creía bueno y verdadero desde su liberación.

Carrie tiene a Brody a punto de desfallecer.

Carrie tiene a Brody a punto de desfallecer.

A estas alturas Brody es ya un pelele tembloroso que apenas puede contener las lágrimas, pero no lo suficientemente roto como para confesar. Así que Carrie sube la apuesta y se pone completamente a la altura de lo que le está pidiendo a él; si la cosa va de decir verdades, empezará ella: reconoce que le ama y que sería feliz si dejase a su familia por ella. Brody alucina con la confesión, sus dudas son mayores que nunca: si una mujer es capaz de sentir eso por él aun sabiendo todo lo que ha hecho es por algo, es porque aun queda algo bueno en él… pero es demasiado testarudo, lo han entrenado demasiado bien. Ante la invitación de Carrie para que diga la verdad Brody sigue defendiendo su versión de los hechos.

El juego de los guionistas ya está claro: Ante un hombre que ha aguantado 8 años de torturas y vejaciones las amenazas no sirven de nada. Sólo dando sinceridad absoluta se obtiene sinceridad absoluta. La elección concuerda además con el personaje de Carrie, que siempre va a la contra del resto de la CIA, que sigue su instinto más que los datos, que ve los caminos que nadie ve… y como remate, en un tercer plano de complejidad, el ejercicio le sirve a ella como una catarsis personal en la que enfrentarse a sus demonios y a los sentimientos que la han llevado a perder el control.

Carrie sabe que va a ceder más pronto que tarde así que vuelve a elevar la apuesta y saca a relucir a los hijos de Brody. La sola mención del nombre de su pequeña hace que el marine deje caer otra capa más de su barrera, si acaso la penúltima. Ella es consciente de que él hacía lo que hacía por vengar la memoria de un niño inocente (el hijo de Abu Nashir) y por eso sabe que dejar a otros dos niños inocentes huérfanos y traumatizados para el resto de su vida (sus propios hijos) no arreglaría las cosas. Brody es incapaz de negarlo, ni siguiera puede ya articular palabra; simplemente extiende sus brazos y busca con sus manos las de Carrie.

La rendición, mostrada a través de un simple gesto.

La rendición, mostrada a través de un simple gesto.

Y aquí comienza el asalto final. En el momento que ve el gesto, ella comprende que Brody se ha entregado a buscar cobijo y protección: sabe que ya es suyo. Entonces vuelve a la carga y hace, una tras otra, todas las preguntas que Brody se ha negado a contestar durante todo el episodio… sólo que ahora si confiesa.

Con esta parte culmina la escena principal del episodio. Hemos asistido al proceso de desprogramación de un terrorista, pero no con métodos brutales ni con encierros en Guantánamo; hemos visto como se arrancaba una confesión de culpabilidad, pero no con amenazas o palizas, ni poniendo a dos criminales en contra el uno del otro, ni si quiera ofreciendo un trato ventajoso en el juicio (todos estos recursos habituales en cine y TV). Aquí nos lo han servido desde la humanidad, sacando a relucir la compleja maraña de sentimientos que se debe esconder en lo más hondo de todo extremista, más aun en el caso de un personaje tan complejo como Brody. Los guionistas han hecho el trabajo más complicado y han logrado mostrarnos cómo recuperar la humanidad de un monstruo, y lo han conseguido (Carrie lo ha conseguido) desde el amor; porque sólo amando a alguien así puede llegarse al fondo de su alma y lograr traer de vuelta al hombre bueno que se había perdido tras los años de lavado de cerebro y torturas físicas y psicológicas.

Una escena para visionar con el dedo en el botón del pause, para examinar cada gesto y detalle de las interpretaciones, para hacer el ejercicio de ponerse en la piel del personaje y tratar de averiguar qué se siente. En definitiva, una escena de las que a todo guionista nos gustaría escribir.

Hasta que nos leamos!

La siguiente decepción

 

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Da la casualidad de que llevo un tiempo documentándome y escribiendo una historia de serial killers y, como suele ser habitual, devoro todo la ficción de ese subgénero que cae en mis manos para estar un poco más metido en el ambiente, para analizar aciertos y errores, inspirarme, huir de los tópicos, etc. Ello me ha llevado a ver con gran interés «The following», serie americana que La Sexta ha tenido a bien ofrecernos apenas un par de meses después de su estreno. La velocidad a la hora de traer esta producción (en claro contraste con otras mucho más alabadas… y no miro a nadie… Antena 3 y Juego de tronos… no miro a nadie) y la fuerte campaña de promoción de la cadena, hacían prever que nos encontrábamos ante uno de los posibles nuevos pelotazos en ficción. Lamentablemente, nada que ver con eso. 

«The Following»  parte de una premisa bastante interesante: un malvado e inteligente asesino en serie ha reclutado un ejercito de seguidores en sus años de prisión y ahora los utiliza para llevar a cabo su plan de venganza contra el policía que le atrapó. Aquí tenemos varios elementos atractivos para armar una historia poderosa: por un lado hay un protagonista arrastrado a la acción y que se pasa todo el tiempo jugando a la contra, tratando de evitar los ataques de un enemigo más poderoso y mejor preparado que él. Por el otro, el antagonista es un personaje carismático y de los que deben enamorar al espectador desde el primer capítulo. Y además de esto, se plantea una vuelta de tuerca original al subgénero con la idea de una secta de asesinos, que tiene mucho potencial. 

Desgraciadamente, casi nada en el desarrollo de la trama cumple las expectativas planteadas con esta premisa. Para comenzar, sabemos bien que toda serie basa su éxito y consigue conectar con el público a través de sus personajes, pero los de «The following» carecen por competo de gancho. Ahí tenemos a Ryan Hardy, el protagonista (correctamente interpretado por Kevin Bacon), un ex policía que se dejó media vida tratando de atrapar al malo la primera vez y ahora vive estancado en la desidia. Hardy es el objetivo de la venganza de asesino y se ve obligado a volver a la acción para desbaratar los planes de su antagonista. Este personaje presenta varias características:

Hardy/Bacon se enfrenta a unos asesinos obsesionados con Edgar Allan Poe

Hardy/Bacon se enfrenta a unos asesinos obsesionados con Edgar Allan Poe

 

1) Es un alcohólico depresivo. Este punto, bien utilizado es de un tremendo potencial dramático, pero los guionistas parecen olvidarse de él apenas transcurridos un par de capítulos; si acaso usan su adicción para establecer un punto de conexión con su compañero, Mike Weston, que se da cuenta del problema pero no se lo comunica a los superiores. A partir de ese momento, el viejo Ryan deja atrás de buenas a primeras su adicción a los chupitazos de JaggerMaiester.

2) Hardy tiene una grave deficiencia cardiaca provocada por una puñalada en el corazón que le dio el asesino años atrás. Esto le hace llevar marcapasos y ser una persona bastante más frágil de lo que correspondería a alquilen de su edad y complexión. Una vez tirado a la basura el conflicto interno del protagonista, cabría esperar que fuesen a aprovechar bien este otro conflicto externo… y lo hacen, pero sólo cuando a ellos les conviene y no todo el tiempo, como debería ser. De hecho, cada vez que alguno de los followers se enfrenta a Hardy se las apaña para sacar ventaja de su afección y así poder escapar, sin embargo en otros muchos momentos vemos a Ryan correr, pelear y someterse a situaciones terriblemente estresantes sin que su débil corazón se resienta en absoluto. Poco rigor, por decir algo…

3) Hay una historia de amor con la ex mujer del asesino, con la que tuvo una relación hace años y que él cortó a pesar de amarla. Por ese lado la trama funciona bien; como decía hace poco David Muñoz en este post en el thriller debe existir una conexión personal para el protagonista, y en el caso de «The Following» se produce cuando los seguidores sectarios secuestran al hijo de su líder, o sea el hijo de la mujer que Ryan quiere. Entre los antiguos amantes se crea una relación de amor odio bastante comprensible pero, a mi entender muy poco aprovechada. El torbellino sentimental del triángulo amoroso de los protagonistas (El bueno-el malo-la chica que ha estado con ambos) no luce en ningún momento, es más, cede el protagonismo a un insulso triángulo amoroso entre tres de los asesinos seguidores de Carroll ¡Incomprensible!. La serie seguramente hubiera brillado mucho más con intensas escenas en las que Ryan provocase a Carroll con el hecho de que le robó la esposa o con secuencias en las que ella se enfrentase al psicópata de su ex marido y le restregase a la cara que el policía es mucho más hombre que él, que su hijo le quiere más que a él, que la satisface mucho más en la cama, etc.

El villano pierde gas, y con él toda la serie

El villano pierde gas, y con él toda la serie

Pero si el protagonista hace aguas, el caso del antagonista es todavía peor. Se supone que Joe Carroll es un inteligente y sofisticado profesor de universidad experto en Literatura Romántica que se vuelve loco y comienza a asesinar jovencitas por el trauma de su fracaso como novelista (ojo con ese detonante, que de resultar verosímil entonces estaría el mundo lleno de asesinos en serie). Carroll aprovecha su encierro en prisión para elaborar un intrincado plan que pone en marcha gracias a los cientos de admiradores que se comunican con él y van a verlo a la cárcel; gente desequilibrada y con traumas que son carne de cañón para convertirlos en peleles que se muevan a su antojo.

Todo el sentido de la trama y la razón de ser del plan de Carroll se basa en su increíble magnetismo personal y su capacidad de seducción, es decir que este malo debe molar tanto que a su lado Hanibal Lecter parecería un gris funcionario de Hacienda. Desgraciadamente esto no está conseguido en absoluto, el tal Carroll no desprende nada que atrape al espectador y le haga enamorarse de él; ni la actuación ni los guiones del personaje son lo brillantes que se le suponen… de hecho, los propios guionistas deben ser conscientes de ello y no dejan de incluir forzadas líneas de diálogo en las que los policías recalcan el tremendo magnetismo y la capacidad de influencia de Carroll (como si ha base de repetirlo pudiera acabar siendo verdad). En el mismo momento en que no te crees que ese grupo de desquiciados puedan llegar a matar por veneración hacia el medianía de Carroll, la serie deja de interesarte como espectador.

Pasando la página del diseño de personajes, «The following» tiene otra importante carencia que la hace, cuanto menos, complicada de visionar (que ya no ver, porque me lo tomo como un trabajo práctico): la increíble distancia entre malos y buenos; los primeros son siempre más listos y tienen a su alcance una infinidad de recursos desproporcionada, mientras que los segundos jamás dan pie con bola y se dedican a todo menos a realizar una investigación policial mínimamente decente. Esto, que no deja de ser un recurso de ilusionista, puede utilizarse de vez en cuando para asombrar a tu audiencia o para salir discretamente de un embrollo pero bajo ningún concepto puede volverse la tónica general de resolución de conflictos. Si el villano quiere que no le atrapen debe ser muy listo, porque la policía no es tonta.

Sólo con esta dejadez se entiende que cada dos por tres surja un nuevo acólito de Carroll infiltrado en el lugar más conveniente y en el momento indicado; que a ningún agente del FBI se le pase por la cabeza revisar todas las grabaciones de seguridad de la sala de visitas donde Carroll habló tranquilamente con sus seguidores durante años, para ver quienes son y detenerlos antes de que actúen; que Hardy no recurra a grabar a Carroll puteando a uno de sus ayudantes que se ha dejado atrapar para luego ponérselo a éste y tratar de que reniegue de su líder y les cuente el plan; que en una situación completamente controlada por la policía, los followers huyan con el hijo de Carroll delante de las narices de medio FBI; que ninguno piense en hablar con la abogada de Carroll para descubrir que la tiene amenazada, proporcionarle protección y obligarla a ayudarles a parar al asesino; etc. Tampoco pido polis como los de «The Wire», pero si algo más competentes que en «Loca academia de policía». 

Una de la imágenes más promocionadas terminó siendo un mero reclamo para el piloto

Una de la imágenes más promocionadas terminó siendo un mero reclamo para el piloto

 

El verdadero problema con usar este tipo de argucias es que se traspasa la frontera de la lógica tanto y tan menudo, que el espectador comienza a pensar (con cierta razón) que le toman por tonto. Lejana queda ya la máxima de Lubitsch: «deja que el espectador sume 2 y 2… te querrán siempre». En este caso lo que se intenta es distraerlo para que no sume en absoluto, porque las cuentas no salen. 

En fin, no todo es malo en la serie. A pesar de lo anterior es un producto que se deja ver sin más pretensiones, que siempre incluye un par de giros efectistas que llaman la atención (si uno no profundiza mucho en ellos) y que sabe tirar de clifhanger para enganchar a su audiencia. Realmente está más cerca de una procedimental policiaca que se ve más pendiente del twitter que de la tele, y no hay nada malo en este tipo de productos… siempre que nos lo vendan como lo que es. Porque si algo esta claro en esta nueva edad de oro de la ficción televisiva, es que los espectadores tenemos el morro muy fino y no nos tragamos gato por liebre.

A pesar de todo, reconozco que analizar una serie de este tipo es un ejercicio muy útil y necesario para cualquier guionista. Descubrir los trucos y fallos de trama agudiza el ingenio y te hace ser más exigente con tu propio trabajo. Ahora sólo queda la parte difícil, la de siempre: ser capaz de aplicar lo aprendido en el trabajo propio. Ojalá en el futuro tengáis vosotros la opinión de juzgarlo.

 

Hasta que nos leamos!

No la toques más, que así es la rosa.

  • The Sopranos (1999-2007)  – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie dramática año 2000
  • El ala oeste de la Casa Blanca (1999-2006) – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie dramática año 2001
  • A dos metros bajo tierra (2001-2005) – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie dramática año 2002
  • The shield (2002-2008) – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie dramática año 2003
  • 24  (2001-2010) – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie año dramática 2004
  • Nip/Tuk (2003-2010) – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie dramática año 2005
  • Lost (2004-2010) – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie dramática año 2006
  • Anatomía de Grey (2005-sigue) – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie dramática año 2007
  • Mad Men (2007-sigue) – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie dramática años 2008, 2009 y 2010
  • Boardwalk empire (2010-sigue) – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie dramática año 2011
  • Homeland (2011-sigue) – Ganadora Globo de Oro a la mejor serie dramática años 2012 y 2013

 

El primer post del año 2013 viene de la mano de los primeros grandes premios de la temporada en la industria del cine y la TV. Los Globos de Oro nos dejaron hace unos días un montón de películas, actores y actrices colocados en la parrilla de salida de los Oscar, pero también dejaron claro qué series siguen siendo las más fuertes en la lucha por el éxito televisivo.

Esto me sirve para hacer una reflexión sobre algo que, como guionista, he defendido siempre: las ficciones de corte dramático en televisión deben tener una duración predefinida, cerrada y, a ser posible, de no mucho más de tres temporadas. Y digo de corte dramático porque las series cómicas, fundamentalmente las sit com, se ajustan a otras normas y reglas temporales que las hacen casi inmunes al paso del tiempo. Partamos, como base de lo que quiero explicar, del listado superior en el que se recogen los ganadores de la categoría en lo que llevamos de siglo. Analizándolo nos damos cuenta de que:

1 – El 91% de las series ganadoras (10 de 11) recibieron el galardón en una de sus tres primeras temporadas. La que no, “24”, lo hizo en la cuarta.

2 – Ninguna de ellas (por ahora, ya que algunas continúan en emisión) lo ha vuelto a ganar después de la cuarta temporada. Las que más, han pasado a ser candidatas año tras año, pero sin revalidar los éxitos del comienzo.

3 – La media de duración de estas series es de casi 7 temporadas. Media calculada a la baja, ya que 4 de ellas siguen en emisión y con perspectivas de durar unos años más.

Entre este listado de series se encuentran algunas de las consideradas mejores producciones televisivas de todos los tiempos, ficciones revolucionarias que han marcado a una generación de espectadores y que quedarán en los escritos sobre el medio para siempre. ¿No resulta raro que ninguna de ellas haya sido reconocida como merece en la segunda mitad de su desarrollo argumental? ¿No es de extrañar que, lo que de la nada surgió como una narración exquisita, al madurar con el tiempo no logre los premios que en los difíciles arranques si cosechó? Los más escépticos dirán que los Globos de Oro son una referencia superficial, que el criterio de los votantes puede ser deudor de intereses de la industria o que los críticos participantes se dejan llevar por la novedad y se olvidan rápido de lo que ya conocen bien… todos ellos son criterios válidos y que en cierto modo comparto, pero también creo que detrás de estas estadísticas hay una certeza ineludible que muchos de los que nos dedicamos al oficio de escribir conocemos: No se puede estirar el chicle indefinidamente.

 

La base de Los Soprano era la necesidad de Toni de ayuda psicológica.

La base de Los Soprano era la necesidad de Toni de ayuda psicológica.

Cuando las series se crean y desarrollan, lo hacen sobre una premisa dramática clara. Con el paso de los episodios y las temporadas, llega un momento en que esa premisa debe ser resuelta si o si, para no caer en el tedio de la eternización. A partir de ahí sólo queda usar el vasto bagaje de nuestros personajes en esos años para crear nuevas premisas que sostengan la serie. Puede hacerse y se hace bien, pero casi siempre el producto se resiente de una u otra manera y en parte deja de ser la misma serie. Si el gancho de tu producto es: “Un jefe mafioso sin escrúpulos está tan deprimido por su vida personal que decide ir al psiquiatra” esto se puede desarrollar durante un tiempo x limitado (dependerá de la habilidad de los guionistas y de la paciencia de los productores). De hecho, tras unas temporadas Toni Soprano ya no acude a ver a su doctora, y los problemas que tenía (relación con su madre o su tío, su amigo enfermo, etc.) han desaparecido. La serie continúa a un nivel espectacular, pero ya basada en la angustia vital del personaje y en como su mundo se desmorona a pesar de su empeño por mantenerlo en pie. Pero cuando te preguntan de qué va Los Soprano tú dices: “de un mafioso que va al psiquiatra”… y por eso la premiaron.

Si encima les da por no resolver la premisa, se produce una huida hacia delante que suele derivar en engaños, decepciones y un gran castillo de tramas imposibles que se derrumba en los últimos capítulos para horror de los seguidores… Creo que no hay que decir mucho más para que os venga Lost a la cabeza ¿Verdad?

Otras series decaen por agotamiento de la fórmula. Si bien Aaron Sorkin tiene claro que su serie presidencial tiene el tope de abarcar 2 mandatos y según ello la estructura, tras 8 temporadas escuchando afiladas conversaciones de pasillos entre los miembros del gabinete, los brillantísimos diálogos ya brillan un poco menos y las crisis de comunicación resultan más llevaderas. Como con más de un político patrio, quizá un solo mandato hubiera sido mucho mejor…

Hacia ese mismo abismo se dirigía, en mi opinión, Mad Men tras sus dos primeras temporadas. La tercera constituyó un viaje por la apatía de Don Draper y eso hizo que el interés decreciera exponencialmente. Para mi sorpresa, en la cuarta levantaron el rumbo nuevamente y ahora vuelven a estar en plena forma. El tiempo nos dirá si son capaces de romper la tendencia… quizá por ello sean la única producción que se ha llevado el premio 3 años seguidos (Incluyendo mi odiada tercera temporada).

Las cosas tienen una duración por algo, y ese algo suele ser que se manifiestan en su máximo esplendor en un periodo concreto de tiempo. Las canciones pop duran entre 2 y 5 minutos, los conciertos 2 horitas, las películas de 90 a 120 minutos, las novelas mejor entre 400 y 800 páginas y las series, aunque nadie se preocupe por aplicarlo, de 3 a 4 temporadas de 13 episodios cada una. Evidentemente hay maravillosas excepciones en todos estos campos, pero cuando algo se convierte en norma suele ir cargado de sabiduría…

Con las series también existe una gran excepción a mi teoría y, como no podía ser de otra forma, además se trata de mi favorita de todos los tiempos. Para rizar el rizo, ni siquiera cuenta con un Globo de Oro o nominación alguna… ni falta que le hace. Me estoy refiriendo a la aclamada “The Wire”. En este caso, cada una de las 5 temporadas de la serie están pensadas de antemano por David Simon para reflejar un aspecto concreto de la sociedad y para demostrarnos que todos ellos están perfectamente relacionados e interconectados. La duración es la que es, ni sobra ni falta nada, porque son los peldaños que tiene la escalera a la que debemos subir para lograr la visión de conjunto que quiere transmitirnos el autor… pero claro, es que estamos hablando de algo muy complejo y muy precioso.

El tema da sin duda para mucho más, espero que al menos os haya servido para pensar un poco en ello. Está claro que a productores y cadenas les gusta ganar dinero con un formato seguro; pero si en lugar de ir a lo fácil, confiaran en el talento de los creadores y dejasen que éstos terminen de contar sus historias en el momento preciso, ahora tendrían el doble de series de éxito en sus parrillas… Como decía Juan Ramón Jiménez: ¡No la toques más, que así es la rosa!

 

Hasta que nos leamos.

Alta Suciedad

Tras casi dos semanas de actividad personal y profesional frenéticas que me han obligado a tener desatendido el blog, he conseguido sentarme un rato para ponerme el día. Ante todo pido disculpas por no haberlo hecho antes…

Curiosamente el hueco he venido a encontrarlo en una jornada de huelga general en España, un día atípico y de mucho debate y conflicto: los que la apoyan y los que no, los que respetan al contrario y los que no, los que atacan y los que se defienden… en definitiva, un día para hablar mucho de política, de economía, de recortes y de esta puñetera crisis en la que llevamos tanto tiempo instalados que ya  hay una generación de chiquillos que no han conocido otra cosa.

Por eso me he decidido a escribir sobre un tema que tenía aparcado hace tiempo: hoy quiero hablaros de un cómic de hace ya bastantes años que trata todo este tema de la economía global y de la quiebra del sistema financiero con una precisión quirúrgica. Curiosamente, el protagonista de la historieta es un cerdo… hagan sus analogías.

Cerebus: Alta Sociedad” es un cómic escrito y dibujado por el autor canadiense Dave Sim entre los años 1981 y 1983 y publicado como tomo único en 1986. Se trata del segundo volumen de historietas del personaje, Cerebus: el cerdo hormiguero. Al principio de la trama, el protagonista se nos presenta como un mercenario y espadachín buscavidas en un mundo a caballo entre lo medieval y lo decimonónico, dominado por las relaciones político-económicas de los reinos y ciudades-estado entre ellos y con las religiones predominantes.

Evidentemente, con un material tan peculiar resulta obvio que estamos hablando de un tebeo independiente y muy radical que nada tiene que ver con lo que se produce desde las grandes editoriales del medio. Para entender bien Cerebus es bueno conocer un poco la controvertida figura de su autor, de la que podéis leer un poco más aquí y aquí.

La trama principal de “Alta sociedad” es una historia de ascenso y caída bastante arquetípica: Cerebus es un ambicioso pero inepto pobretón que logra subir escalafones sociales hasta convertirse en el Primer Ministro de una importante ciudad-estado. Por el camino va forjando alianzas y se le enfrentan enemigos, aprende el arte de la política y lo termina perdiendo todo sólo para volver a levantarse dispuesto a seguir la lucha. El autor es capaz de tejer una densa y complicada red de historias y relaciones en las que tienen cabida el humor, la acción, las intrigas, la sátira y la parodia, los homenajes a películas y autores que admira, el amor, lo lisérgico, etc. Como nota al aspecto meramente formal de la obra me gustaría indicar que “Alta sociedad” es un tebeo de vanguardia para su época, con soluciones visuales y narrativas muy arriesgadas por parte de Sim y que supusieron toda una revolución e inspiración para los artistas gráficos del medio.

Pero lo que nos atañe principalmente de esta historia es la capacidad de predecir el futuro, de anticipar los problemas que acabaría teniendo nuestro sistema capitalista occidental en una época, los primeros ochenta, de euforia económica y eclosión de las multinacionales, los holdings, los yuppies, los brokers, etc. (Generada por contraste del pesimismo vivido con las crisis del petróleo de finales de los 70). En un momento en que el mundo occidental estaba embriagado con el dinero fácil de la era Reagan y seducido por el consumismo salvaje, Dave Sim es capaz de mirar más allá y elucubrar con acierto lo que terminará provocando esta actitud de irresponsabilidad económica.

El ascenso de Cerebus se nota en su aspecto: De barbaro con espada a tipo trajeado.

En “Alta Sociedad”, el lector y Cerebus asisten incrédulos y al unísono al baile entre las fuerzas que rigen un país, ambos se ven obligados a aprender a marchas forzadas (dado el ritmo frenético con que el autor introduce la información) las claves que llevan a dominar esas relaciones de poder. En la obra, Cerebus accede al control de un país arruinado por las deudas y se nos muestra claramente como esto deja sin margen de maniobra alguno al más decidido de los gobernantes – Más actual imposible – . Tampoco se corta el autor a la hora de retratar a una burocracia sedienta de dinero y cuotas de poder, a la que sólo es posible manejar a base de sobornos, dádivas y concesiones políticas – Si nos ponemos a enumerar casos, nos aburrimos.. dejémoslo en EREs de Andalucía y Gurtel, por citar algunos de los últimos – . Se nos muestra claramente cómo el poder se organiza en camarillas exclusivas dentro de los propios partidos – Desde los “guerristas” en su día a los “Fabristas” de hoy – y que el más mínimo rumor puede acabar siendo clave para mantenerse en el poder o caer, en lo que es una evidente alusión a las estrategias de comunicación política. Saca a la palestra el poder de decisión de los asesores políticos, esas figuras que están detrás de la cara del cartel electoral y que tienen una cuota de decisión e influencia sobre nuestras vidas casi inaudito. Y un largo etc.

En otra fase de la trama, Cerebus tiene que defender su posición en unas elecciones generales y ahí Sim continua lanzando cañonazos (que no dardos) envenenados. Para empezar ridiculiza el empaque de los candidatos haciendo que su rival a Primer Ministro sea una cabra (literalmente) puesta por el verdadero hombre fuerte en la sombra… luego prosigue mostrando el proceso de captación de votos, el cómo se promete lo mismo a todos y se disfraza la ambición de dulzura y buenos modos; la manera tan torpe de pretender engañar al elector y que, cuando no se consigue esto, se pasa directamente a la compra mediante compromisos de favorecerle una vez elegido. Para no dejar títere con cabeza, al autor no se corta un pelo a la hora de retratar a los medios de comunicación como meros instrumentos del poder, dispuestos a dar cabida en la portada a la noticia más mediatizada posible y a aleccionar en favor de su fuerza política predilecta.

El mensaje es claro: O conmigo o contra mi.

Hacia el final de la obra, una vez ganadas las elecciones, Cerebus se embarca en una política expansionista para poder llenar las arcas del estado en ruinas: es decir la guerra al vecino. Si bien hoy día el mundo occidental parece haber aparcado los conflictos bélicos físicos, si que asistimos a diario a las guerras económicas entre estados. Una vez más Dave Sim sabe interpretar el devenir de los tiempos, pues en la obra la política belicosa del protagonista se ve frenada y anulada por la intervención de una organización mayor y más poderosa, de la que esta ciudad-estado es miembro. En el caso de “Alta Sociedad” se trata de la Iglesia y su pontífice, pero en nuestro día a día resulta muy sencillo extrapolarlo a las actuaciones de la Unión Europea con Angela Merkel a la cabeza…

En definitiva, “Alta Sociedad” consigue, casi 30 años después de su creación, estar más vigente que nunca y supone una lectura obligada para todo aquel que quiera mirar desde una visión crítica las actuaciones de los políticos y banqueros con los que nos ha tocado lidiar. Los aficionados al cómic independiente que no lo conozcan lo considerarán un “must”, los aficionados al cómic de mainstream descubrirán otra forma radicalmente distinta de consumir tebeos, los no aficionados al cómic posiblemente se atraganten un poco con su lectura, a ratos enrevesada. Pero lo que está claro es que todo nuevo lector que consiga terminar de leerse el tomo quedará satisfecho y con una idea zumbona rondándole por la cabeza… “Vaya asquito de mundo”.

 

Hasta que nos leamos.

Estructuras Narrativas: Death Proof

A pesar de que hay mucho detractor de ellas, a pesar de que hay gente que las acusa de ser las responsables de que las películas se produzcan como churros y se deje de lado la vertiente artística para fomentar las fórmulas comerciales más banales, a pesar de que no contar con la buena fama y el glamour de los ingeniosos diálogos, los sorprendentes puntos de giro o los trepidantes cliffhangers… A pesar de todo ello, as estructuras son la auténtica y genuina base de cualquier guión, ya sea bueno o malo; sobre ellas se asienta todo y sin ellas no existiría nada.

¿Os imagináis a un arquitecto que renegase de los cálculos estructurales de su edificio? ¿Qué no quisiera prestarle atención a los cimientos del castillo porque no son tan bonitos como las gárgolas del torreón? ¿A que resulta ridículo? Pues los guionistas somos tan ridículos como para hacerlo continuamente. Por eso desde aquí quiero romper una lanza por algunas geniales estructuras cinematográficas que me han marcado especialmente y a las que nos iremos asomando de vez en cuando. Para abrir boca, comenzamos con una controvertida película de Quentín Tarantino: “Death Proof”.

A partir de este momento va a caer un chaparrón del spoilers sobre esta entrada. Se recomienda a todo aquel que no haya visto la película que corra a cobijarse de la tormenta a otra página bien techada…

Considerada por muchos una obra menor en la filmografía del director y denostada por algunos como uno de sus peores largometrajes, “Death Proof” es la mitad de un curioso experimento realizado entre Tarantino y Robert Rodríguez. Estos amigos y colegas tenían ganas de hacer su particular revisión-homenaje a las antiguas sesiones dobles de películas de serie B, una fórmula tradicional en la América de los años 40 a 70  del siglo pasado que se basaba en ofrecer dos cintas de bajo presupuesto al precio de una. Generalmente se trataba de películas de horror o ciencia ficción con continuos fallos técnicos y de proyección y entre ellas se hacía un interludio con trailers para que el público pudiese descansar, ir al baño, comprar más palomitas, etc.

Tarantino y Rodríguez deciden rodar cada uno una película de este estilo, un puñado de trailers sobre películas que no existen (Entre ellas “Machete” que acabó por convertirse en realidad y ya va por la 2ª entrega) y montar el visionado en salas de cine en una sesión doble denominada “Grindhouse” en la que la cinta de Rodríguez “Planet Terror” abre la velada y “Death Proof” la cierra. Con esta decisión ya tenemos ante nosotros la primera capa de la estructura narrativa, una capa que está por encima y llega más allá que la cinta en cuestión, pero que sirve al escritor como modelo y en la que se basa para establecer un delicado paralelismo.

Tenemos pues que la película en si es la mitad de una doble sesión con un interludio entre ellas.

Una vez que nos metemos dentro de la historia, encontramos que ésta copia la estructura “madre” y se divide en dos partes distintas, con protagonistas distintas, en lugares distintos y en tiempos distintos… y que esas dos partes están separadas por su propio interludio.

Es decir, Tarantino usa la estructura de la doble sesión para componer la estructura de su propia historia. Como con casi todo lo que hace el bueno de Quentín, además, la mejora por el camino.

La primera mitad del guión nos presenta a Jungle Julia y a sus amigas. Un grupo de chicas se van de fin de semana a la casa de la playa de los padres de una de ellas. Por el camino paran en un bar de carretera donde tiene que reunirse con unos chicos y toman unos tragos, despreocupadas. Allí conocen al especialista Mike, un tipo siniestro y desagradable que parece un poco obsesionado por una de ellas. Tras reunirse todo el grupo, las chicas abandonan el bar y continúan en coche hacia su destino. Lamentablemente para ella, el especialista Mike tiene otros planes y termina estrellando su coche “a prueba de muerte” contra el de las chicas en una espectacular colisión que acaba con la vida de todas ellas.

Esta trama corresponde al primer acto de la historia y en ella se nos presenta al malvado antagonista, su forma de actuar y las consecuencias para sus víctimas.

En relación a la supraestructura de la sesión doble, esta parte correspondería a la primera película de serie B (“Planet Terror” en este caso. El lazo lo refuerza Tarantino dando un papel secundario en la historia a la protagonista de la cinta de Rodríguez).

Luego nos encontramos con un ambiente y unos personajes nuevos. Dos policías locales, padre e hijo además, deambulan por un hospital tratando de resolver el caso del accidente de coche antes presenciado. Nos enteramos de que el especialista Mike no sólo ha sobrevivido sino que no hay ninguna prueba o indicio que pueda usar para culparle de asesinato. Saben que es un asesino pero deben dejarlo ir. Con mucho humor y un toque de surrealismo, el malo de la película escapa de la justicia.

Esta minitrama aclaratoria supone el interludio de la historia. Termina de cerrar el primer acto (nos explica las consecuencias de lo visto hasta ahora) y nos abre el segundo (nos deja claro que el especialista Mike es libre para volver a matar). Por el camino Tarantino presenta la breve historia de unos policías que dan por cerrado el caso que investigan mientras tienen una tensa reunión familiar (Para rizar el rizo, el director utiliza a los mismos personajes que ya aparecieron en su anterior película, “Kill Bill”, haciendo una disertación similar).

En relación a la supraestructura de la sesión doble, esta parte corresponde al interludio entre películas (En este caso, los trailers de “Machete” y demás películas jamás rodadas).

La historia continua con un salto temporal, han pasado unos meses y encontramos a Abernathy, una maquiladora de cine, junto con sus amigas: la estrella de la película que están rodando y un par de dobles de acción de ésta. Las cuatro chicas disfrutan de su día libre de rodaje y aprovechan la ocasión para ir a probar un coche de carreras que se vende de segunda mano en una población vecina. En una gasolinera tiene un encuentro con el especialista Mike, ya recuperado de sus heridas, y él se fija en ellas como en sus nuevas posibles víctimas. Una vez las chicas están probando el bólido de carreras deciden hacer un peligroso juego de especialistas: una de ellas irá amarrada al capó del coche mientras conducen a toda velocidad. En ese momento aparece por la carretera el especialista Mike con las peores intenciones… tras una memorable persecución, las chicas terminan reduciendo al villano y tomándose la justicia por su mano para acabar con él de una forma brutal y espectacular.

Esta trama corresponde al segundo y último acto de la película y sirve como colofón a la historia, equilibrando la balanza de la justicia respecto a lo vivido en el episodio anterior.

En relación con la supraestructura de la sesión doble, esta parte es la equivalente a la segunda película de la misma (En este caso, la propia “Death Proof”. Como nota, cabe decir que Tarantino juega con el título de la película al principio de la misma; en los títulos de crédito aparece fugazmente otro nombre distinto: “Thunder Bolt”; pero un inoportuno corte de montaje impide al espectador leerlo con claridad).

Pero aquí no acaba todo… los dos actos de la película funcionan como perfecto contrapunto el uno del otro, presentando situaciones paralelas pero con planteamientos dramáticos opuestos.

El primer grupo de chicas, capitaneadas por Jungla Julia, son tipas duras: hablan soltando tacos, fuman porros, beben jaggermaister y no se permiten las unas a las otras colgarse por ningún tío. Sin embargo, el segundo grupo, Abernathy y cia, son chicas más dulces y convencionales, se pirran por hojear el último vogue, se cuentan sus fracasos sentimentales y sus sueños de encontrar al hombre ideal.

Esto es lo que nos presenta Tarantino a simple vista, pero si nos fijamos un poco más descubrimos que en realidad ni las duras son tan duras (Jungla Julia se pasa todo el tiempo escribiéndose SMS a escondidas con el tío por el que se ha colado) ni las blandas tan blandas (Tras sobrevivir al primer ataque del especialista Mike, en lugar de huir vuelven a por él). Cuando conocemos al primer grupo pensamos que plantarán cara al malo y serán las heroínas… pero no. Cuando conocemos al segundo grupo pensamos que caerán aun más rápido que las primeras… y tampoco.

Tarantino juega con los convencionalismos para sorprendernos y da a cada grupo el valor interno opuesto al de su fachada externa. La misma historia contada dos veces en los términos contrarios y con el resultado opuesto al que cabría esperar. Con el argumento simple y banal de una película de serie B sobre un psicópata de carretera, el director y guionista consigue hacer una obra original y divertida en la que homenajea y revisa clásicos de su infancia y revitaliza algunos tipos de películas que hacía tiempo que estaban muertos y enterrados.

Hasta aquí el repaso de las distintas estructuras de “Death Proof”; espero que a alguno le despierten las ganas de verla de nuevo, yo ya estoy encendiendo el DVD…

Hasta que nos leamos.