La excepción que confirma la regla

breaking bad globos de oro

Anoche se concedieron los Globos de Oro 2014 y, al fin, se hizo justicia con Breaking Bad premiándola como mejor serie dramática del año (además de conceder el galardón de mejor actor a Bryan Cranston).

Hace un año escribía en este blog una teoría acerca de la duración de las series, teoría ejemplificada con la relación de series ganadoras del Globo de Oro en este siglo. Anoche, los críticos que votan estos premios hicieron lo contrario de lo que yo denunciaba en el post, premiaron a una serie al final de su andadura y no al comienzo; y lo hicieron porque Breaking Bad sólo puede paladearse con todo su exquisito sabor al cierre de la historia. Y es que a diferencia de la mayoría de producciones, que se alargan hasta el infinito buscando la rentabilidad, las aventuras de Walter White han durado lo que tienen que durar, ni un minuto más (a pesar de la enorme tentación de seguir explotando la trama).

Han sido 5 temporadas (4 y media en realidad, ya que la primera fue más corta) de duración, un poco más de lo que yo creía recomendable en mi teoría; por eso es la excepción que confirma la regla… porque al igual que le sucedía a The Wire (mi otra excepción) Breaking Bad es una obra maestra en su género que marcará una época y una manera de hacer las cosas. Y si algo nos ha dejado claro la Historia del Arte es que a las obras maestras no se las pueden juzgar con el mismo rasero que a las demás.

En cualquier caso, me alegro mucho de este triunfo. No sólo por ser un incondicional de la serie y porque se haya impuesto la calidad frente a la popularidad de masas, también porque ha quedado claro que tener la historia completa en la cabeza todo el tiempo y no ceder a la tentación de estirar el chicle más de lo necesario da siempre los mejores resultados.

 

Hasta que nos leamos.

Cuando lo blanco era en realidad negro

Estoy a dos episodios de terminar de ver Breaking Bad (Al menos lo que hay emitido hasta la fecha, a falta de los nuevos y últimos 8 capítulos con los que se cerrará la serie).

Lo que viene a continuación es un análisis repleto de spoilers, así que todos los que no la hayáis visto aun ya podéis ir derechitos a la cama, que esto no es para vosotros… y por favor, dejad de perder el tiempo tuiteando “Splash” y poneos al día con esta maravilla de la ficción televisiva.

breaking-bad

Se puede hablar largo y tendido sobre casi todos los aspectos de la serie, desde la realización a las actuaciones pasando por los simbolismos cromáticos o la acertadísima elección del lugar en que se desarrolla. Lo cierto es que breaking bad raya a la perfección en cualquiera de las múltiples facetas que componen una serie de TV, pero si hay algo especialmente comentado y valorado por la crítica y los profesionales del guión es el arco de transformación de su protagonista: Walter White.

Walter White es un tipo con nombre de personalidad secreta de superhéroe creado por Stan Lee (Ya que su nombre y su apellido comienzan con la misma letra, como en su día apuntó acertadamente Raj Koothrappali en un episodio de “The Big Band Theory” y, mucho antes que él, mi buen amigo Ramone), que sin embargo se ha hecho famoso y conquistado el corazón de millones de espectadores por ejemplificar a esas personas normales y corrientes que se vuelven unos auténticos hijos de puta si la vida les empuja un poco a ello.

Durante cinco temporadas hemos disfrutados como cochinos retozando en un charco al ver a Walter pasar de ser un padre de familia bueno, cariñoso, responsable, apocado, poca cosa, con un par de trabajos grises y frustrantes al que le diagnostican un cáncer terminal a convertirse en el mayor cocinero de metaanfetamita del suroeste de EE.UU. con un currículo que incluye asesinatos, robos, extorsiones, blanqueo de dinero, etc. además de terminar siendo un cínico, calculador, frío, manipulador y desalmado ser humano (Si es que se puede uno seguir refiriendo a él como tal).

Retrato robot del alter ego de Walter como camello.

Retrato robot del alter ego de Walter como camello.

Esta impresionante conversión es la que se han ganado fama mundial y ha hecho correr ríos de tinta (¿Es lícito seguir usando esta expresión cuando todos escribimos con ordenador y el único medio que gasta tinta, los periódicos tradicionales, imprime tiradas cada vez más pequeñas?), y es precisamente el aclamado arco de transformación el que me dispongo a analizar; para que nos demos cuenta de que quizás Walter no cambia tanto como creemos y de que, por muy White que nos lo pinten al principio, el personaje ya tenía mucho de black desde el primer episodio. 

Partamos desde la aceptación de que el punto débil del personaje, aquel que hace que se vaya dejando seducir por el lado oscuro, es el orgullo. En un hombre eminentemente bueno, este orgullo se presenta como el único lunar de su personalidad (Entiéndase como defecto importante). Esto es algo que ya queda claro desde el primer episodio de la serie. Como mandan los manuales de guión, el piloto debe contener todos los aspectos fundamentales del tema de la historia y dibujar a sus personajes principales de forma clara y concisa. En el caso de Breaking bad, la primera muestra de orgullo surge cuando Walter decide despedirse del lavadero de coches, harto ya de aguantar los abusos de su cejudo jefe. Ante la perspectiva de que le queden meses de vida, perder un trabajo de mierda con el que complementa su sueldo de profesor se antoja como nimio… y por ello Walter tira de orgullo para mandar al jefe a la mierda a base de groserías y gestos obscenos. En este punto el espectador está conociendo por primera vez al personaje y aplaude satisfecho la única victoria entre enormes derrotas y ejemplos de cómo tragar mierda que supone el primer capítulo. Pero la muestra de orgullo está ahí… como diría mi madre: “Tú siembra, que algo queda”.

La siguiente vez que Walter tira de orgullo si que comprendemos que éste va en contra suya y puede ser su perdición. Me estoy refiriendo al momento en que los que fueron sus socios, millonarios perdidos ellos, se ofrecen a pagar el tratamiento contra el cáncer. Se trata de la ex novia de Walter y de su antiguo mejor amigo. Los tres eran físicos y habían creado una pequeña y prometedora empresa, pero ella se enamora del otro y deja a Walter. Éste, herido en su orgullo les vende su parte de la empresa y decide cambiar de vida (Todo esto explicado en unos sutiles y elegantes falshbacks). Décadas después, la empresita se ha convertido en una gran multinacional que genera miles de millones de beneficio y sus dueños, al enterarse de la enfermedad de Walter deciden que están en deuda con él y que le quieren pagar el mejor tratamiento. El protagonista tiene la oportunidad de abandonar su peligroso y poco fructífero intento de vender drogas de un plumazo, pero el orgullo le domina y rechaza la oferta. No quiere nada de esos dos traidores; él se pagará el tratamiento trabajando, por si mismo.

A partir de aquí, muchos de los puntos de giro de la serie y de los pasos evolutivos de Walter vienen de la mano del orgullo: el orgullo de ver que en las calles se habla de Heisenberg le hace ganar confianza; por orgullo deja morir a la novia de Jesse, que había osado chantajearle, cuando salvándola habría recuperado la confianza y amistad con éste para siempre; el orgullo hace que cocine una meta azul que se identifique con su fórmula y se distinga del resto, aunque sea más fácil de rastrear por la DEA o el cártel; el orgullo que se tiene que tragar admitiendo la mentira del problema con el juego y quedando como un enfermo le hace empezar a odiar a Skyler; el orgullo herido de ver que Jesse es capaz de cocinar una meta casi tan buena como la suya le hace aceptar el trabajo de Gustavo cuando ya se iba a salir del negocio; el orgullo de saberse el mejor le hace creerse imprescindible, volar demasiado alto y terminar enfrentado a Gustavo; estar orgulloso de su trabajo y de lo que gana con él le lleva a comprar coches lujosos a pesar de que sabe que no debe llamar la atención; por orgullo fuerza a Skyler a admitirle en casa de nuevo, provocando que los niños se marchen y convirtiendo su vida personal en un infierno… orgullo, orgullo, orgullo.

"Yo gano". Walter no quiere estar por debajo de nadie.

«Yo gano». Walter no quiere estar por debajo de nadie.

 

Y así llegamos al último episodio que he visto (06×05) y a la reveladora conversación entre Jesse y Walter. El primero trata de convencer al segundo de que dejen el negocio y vendan la metilamina obteniendo 5 millones por cabeza. Como Walter no parece dispuesto a abandonar, Jesse le recuerda varias cosas que parecen habérsele olvidado: Primero, que se metió a cocinar droga para sacar sólo 700 mil dólares (cifra necesaria para el tratamiento y dejar bien colocada a su familia si moría); segundo y más importante, que se acabarían los riesgos, el miedo, las amenazas y las luchas… por fin lograría la ansiada seguridad para los suyos y podría vivir tranquilo. Ni corto ni perezoso, Walter le confiesa que todo eso ya le da igual, porque lo que planea es construir un imperio de la droga como nunca antes se ha conocido en la zona.

Entonces, a pecho descubierto, es cuando Walter por primera vez en mucho tiempo se sincera con su socio y le cuenta la historia de su antigua empresa, de su ex novia y su amigo jugándosela, de lo gilipollas que se siente cada vez que mira el valor en Bolsa de la compañía y se acuerda que vendió su parte por 5 mil dólares de nada… aflora la verdad y nos damos cuenta de que Walter no lleva 5 temporadas “volviéndose malo”, “Tomando el mal camino” o “echándose a perder” (Significados válidos todos para traducir el título), si no que ya llevaba muchos años podrido por dentro, sólo que esa podredumbre se mantenía latente y escondida, esperando su momento para aflorar.

Se puede afirmar, por tanto, que Breaking bad no es la historia de un hombre bueno que se convierte en malo obligado, en parte, por las circunstancias. Yo más bien definiría la serie así: la historia de cómo un hombre malo se da cuenta de que es malo y abraza por completo su Naturaleza.

Evidentemente, con esto no digo que no haya evolución del personaje o un potente arco de transformación, ni que el título de la serie no responda al paradigma de ésta… ni mucho menos. Sólo recalco que el punto de partida que todos asumimos es, básicamente, erróneo y demasiado bien pensado.

Aún me quedan dos capítulos por ver, e igual los que los conocéis sabéis que hay un cambio drástico que invalida esta teoría… tampoco conocemos el contenido de la tanda final de episodios y cómo acabará todo (Aunque no nos quitamos de la cabeza el genial flashforward que abre la 5ª temporada), así que sólo nos queda relamernos con ganas y seguir rumiando esta brillante historia hasta que Vince Gilligan y los suyos nos regalen el final.

 

Hasta que nos leamos.