La mala situación de las comedias de situación

Sitcoms

 

Que vivimos una época dorada en la ficción televisiva es de sobra conocido; todos andamos locos con las series y las cadenas españolas producen una oferta más rica y variada que nunca, a la vez que compran los grandes éxitos del panorama USA e, incluso, de otros mercados emergentes como el Británico o el escandinavo.

Con una extraña excepción: Las sitcoms. Prácticamente ninguna de las grandes comedias de renombre que han triunfado últimamente entre el público estadounidense (y por ende, de medio mundo) llega a nuestras pantallas; y las que si, lo hacen siempre en canales TDT minoritarios en lugar de en las cadenas principales.

Sorprende este hecho por el mencionado furor general por consumir series y porque el mercado español ha sido un tradicional consumidor de comedias de situación, productos que han dado muchas alegrías a las televisiones que las programaban.

Mi propia infancia y adolescencia (como la de muchos de los que estamos en los 30 y 40) no se entendería sin las comedias de situación americanas. Cierto es que en los 80-90 abundó el subgénero adolescente de las mismas, con títulos imprescindibles como “Salvados por la campana”, “Blossom” o “Yo y el mundo” del que fuimos público objetivo, y que hoy día parece relegada a la producción propia de Disney para su canal de TV (con su factoría de actores/cantantes que tan buenos frutos ha dado). Pero no podemos olvidar que además de éstas, había en la oferta televisiva española un buen numero de comedias familiares que se emitían con éxito , ocupando muchas veces horarios muy competitivos y de gran importancia para anunciantes.

Así, todos recordaremos que el acces del informativo de las 3 fue durante años ocupado por series como “El príncipe de Bel Air” o “Cosas de casa” que garantizaban a los Prats, Piqueras y compañía un buen número de espectadores antes de comenzar sus noticias. Y eso a pesar de que mucho tiempo ofrecieron solamente reposiciones y más reposiciones… y el público aguantaba ahí (fenómeno que se sigue repitiendo con “Los Simpson”, única sit com que se emite en una gran cadena actualmente). También otras franjas, como la tarde y el acces prime time ofrecían series como “Apartamento para tres” en Telecinco (la gran predecesora de los equívocos tontos de “Los Serrano”), “Matrimonio con hijos” o “Frasier” en la 2, “Friends” y “Seinfeld” en el antiguo Canal + en abierto (si, jovencitos, antes de Cuatro existía un Canal + que a ratos emitía codificado y a ratos en abierto…muy grande aquello), por citar sólo unas pocas. Y no sólo eso, sino que había momentos del día reservados exclusivamente para las comedias de 25 minutos. La sobremesa, por ejemplo, era el momento para disfrutar de “Primos lejanos”, “Padres forzosos” o “Búscate la vida”. Resulta curioso que hace un par de años, cuando Antena 3 no lograba dar con la tecla para sus sobremesas no recurriese a esta formula que tan buen resultado había dado una década atrás.

 

Ésta misma cara bobos se nos quedaba a todos viendo sitcoms en las TV generalistas.

Ésta misma cara bobos se nos quedaba a todos viendo sitcoms en las TV generalistas.

 

Pero es que hoy día las sit coms parecen el elemento maldito de nuestra programación. Mientras que se emite sin ningún tipo de requisitos previo cualquier procedural, por flojo que sea, y se apuesta sin dudar por melodramas británicos y high concepts yanquis, a nadie se le ocurre ofrecer una comedia de situación de éxito a sus espectadores. Durante los últimos años nos hemos chupado CSI´s, Mentalistas, Bones, Mentes criminales, Numbers, Castles, Navys, Sin Rastros, Losts, Juegos de Tronos, Donwton Abbeys, Sherlocks, Cúpulas, Arrows, etc. sin miramiento y casi con ansiedad, pero a la vez nos hemos quedado con las ganas de disfrutar de “30 Rock”, “Girls”, “Extras”, “The IT Crowd”, “Weeds”, “Arrested Development”, “Parks & Recreations”, “Veep”, “Episodes”, “Louie”, y otras muchas que o me dejo en el tintero o ni siquiera conozco porque no me han dado la oportunidad.

Las únicas que parecen salvarse de la quema son las dos sitcoms más premiadas de la actualidad: “Modern family” y “The Big Bang theory” aunque ni siquiera éstas, con todos sus Emmys bajo el brazo, logran abrirse camino hasta una cadena mayoritaria y deben conformarse con salir por Neox, el canal que se ha convertido en el ultimo refugio de la comedia de situación (ya que, además de éstas, emiten “2 hombres y medio”, “Como conocí a vuestra madre”, “2 chicas sin blanca” y alguna que otra más de animación adulta). Hace bien poco La Sexta era capaz de programas una comedia de menor categoría como “Me llamo Earl”, pero a día de hoy parece imposible… De hecho para encontrar el resto de las mencionadas arriba hay que recurrir a la oferta de televisión de pago (y están poquitas…); es eso o la ilegalidad.

Precisamente el tema de la piratería podría ser uno de los argumentos de nuestros operadores para no gastar dinero en sitcoms, pero queda totalmente invalidado al ver que si invierten en series dramáticas; máxime teniendo en cuenta que una comedia atemporal, sin continuidad ni profundidad en la evolución de personajes resiste mucho mejor la necesidad de ver el nuevo episodio nada más salir que un drama. Es más lógico esperar meses para ver lo nuevo de Sheldon y cia. que para saber qué pasará con Rick Grimes y el resto de supervivientes al holocausto zombie…

También podría argumentarse que las actuales sitcoms poco o nada tienen que ver con las de 15 años atrás; ahora son más arriesgadas, profundas y extremas, narrativamente hablando; huyen del público familiar para buscar nichos de seguidores fieles y quizá eso podría espantar a muchos telespectadores… pero una vez más chocamos con el argumento anterior: si la gente es capaz de empatizar con un tipejo como Fran Underwood no creo yo que le cueste hacerlo con la divertida vicepresidenta Selina Meyer; si logran seguir la enrevesada trama de parentescos de los reinos de Poniente no creo yo que vayan a agobiarse con las peripecias de los frikis del departamento de informática de una gran compañía inglesa.

La vida da segundas oportunidades... y Ed O´Neil la merecía aunque lea el mismo diario 20 años después

La vida da segundas oportunidades… y Ed O´Neil la merecía aunque lea el mismo diario 20 años después

 

Otro de los motivos que se me ocurren para explicar esta carencia de comedias en nuestra TV es que el formato sea de poco atractivo para el público más joven y haya quedado obsoleto, pero sinceramente me parece inverosímil. Los niños y adolescentes están hartos de consumir series infantiles de duración muy parecida a la de las sitcoms; el formato, por tanto, les resulta cercano. Yéndonos al extremo de la generación Youtube, acostumbrada a consumir video on line de poca duración y diferentes características si podemos encontrar cierta lógica de rechazo… pero habría que manejar datos concretos para comprobar si éste se produce también con series dramáticas de mayor duración; a bote pronto resultaría raro que estos chicos, acostumbrados a videos muy cortos, consumieran los 50 minutos de aventuras de Walter White como traficante de Meta y no los 25 de Nancy Botwin como traficante de hierba.

Muchas dudas en el aire: ¿Son los programadores españoles lelos? ¿Acaso en tiempos de crisis la gente no tiene ganas de reír?, ¿El entorno digital y las redes sociales ya nos proporcionan todo el contenido audiovisual de humor que necesitamos?, ¿Son los programadores españoles lelos?, ¿Dejamos la ficción televisiva para historias más profundas y ambiciosas?, ¿Las cadenas huyen de productos cortos porque permiten una sola pausa publicitaria?, ¿Son los programadores españoles lelos?

Creo algunas de las claves del asunto están en este último párrafo, así que estaré encantado de que lo sigáis resolviendo conmigo en los comentarios… y si el tema da para mucho, pues habrá segunda parte.

 

Hasta que nos leamos.

Un año de series Non Stop

montaje series 2014

 

Llegamos a finales de junio y se cierra otro año televisivo más; digo año porque en este mundillo las temporadas y ciclos no van tanto con el calendario como con el curso escolar. Las cadenas arrancan programaciones en septiembre y van ofreciendo oleadas de series de estreno y nuevas temporadas de capítulos en sucesivas tandas (que serían algo así como los trimestres del cole) hasta llegar a junio. Luego, se entra en un teórico barbecho estival hasta que en septiembre todo vuelve a empezar.

Desde siempre se ha tendido a pensar que durante el verano desciende el consumo de TV y ello se aprovecha para dar vacaciones a los presentadores y artistas principales del canal, para testar nuevos formatos y talentos emergentes o para hacer pasar por chapa y pintura a espacios que no han acabado de funcionar del todo bien.

Sin embargo, y por ahí van los tiros de este post, yo creo que los espectadores queremos cada vez más contenidos de ficción anyytime, anywhere y anyhow y los éxitos ya no se producen en los ciclos marcadas a priori por los programadores sino que se dan según la calidad del producto, el trabajo de promoción y el veredicto social de la audiencia. Por eso las cadenas comienzan a cambiar sus estrategias de lanzamientos para ofrecer una red de ficción que abarque todo el año.

Llegados a este punto, hagamos un repaso a lo que ha sido el curso televisivo en cuanto a la ficción nacional e internacional ofrecida por nuestras cadenas:

La cosa comienza en septiembre de 2013, momento álgido en el que las cadenas suelen ofrecer un par de estrenos y el retorno de alguno de sus buques insignia para garantizar así unas cuantas noches de dominio del prime time. En este sentido La 1 fue la que más tiró de clásicos debido a su escasa inversión en nuevas producciones; el ente público saca a competir a dos de sus mejores productos: “Isabel” y “Águila Roja”, ambas garantías de cifras altas y que no defraudaron con su rendimiento. Antena 3, por su parte, comienza el mes estirando las series USA que tan buen resultado le estaban dando en verano y testándolas contra rivales de mayor entidad; tanto “La cúpula” como “Arrow” fueron aciertos vacacionales y ya en septiembre la primera aguanta el tipo mejor que la segunda. Como único estreno lanza la dramedia familiar “Vive cantando” que, sin hacer mucho ruido, se convierte en la sorpresa de este arranque de temporada con unos datos por encima de lo esperado.

En el caso de Telecinco, menos comprometida con la ficción, se ofrece al espectador el regreso de “Tierra de lobos” y de “Aida”, ambas con datos en la media. Llama la atención el caso de la veterana comedia, capaz de permanecer meses en emisión alternando reposiciones y nuevas temporadas y siempre con cuotas de audiencia sobrias. Por parte de La Sexta y Cuatro lanzan una serie nueva, “Revolution”, y un clásico, “Mentes criminales”, respectivamente; corrió mucho mejor suerte la segunda.

Para finales de octubre y de manera aislada, Antena 3 realiza un movimiento novedoso para cubrir el hueco de las series USA del verano: decide lanzar a contratiempo y frente a rivales con semanas de emisión consolidada “El tiempo entre costuras”. Este ambicioso proyecto lleva tiempo en la nevera de la cadena sin que nadie se explique muy bien el porqué. Quizá el poco frecuente hecho de ser una serie de una sola temporada y con final cerrado juega en su contra pero finalmente los directivos le dan un voto de confianza y, con una promoción bestial, deciden estrenarla… ¿El resultado? Primer bombazo de la temporada y exitazo de crítica, público, premios y ventas internacionales. Ya teníamos la primera serie del año.

El único otro movimiento que se produce en el otoño es la llegada de lo nuevo de “Castle” a Cuatro. Datos acordes a la media de la cadena para una serie muy fiable. Entonces Telecinco decide al fin plantar cara al fenómeno mediático de su rival a comienzos de diciembre: lanza la temporada de estreno de una de sus comedias fuertes, “La que se avecina”. En un principio aguanta el pulso y supera a “El tiempo entre costuras” pero pronto sus datos comienzan a bajar y la cadena cambia el día de emisión para protegerla. A partir de ahí audiencias altas para la veterana de Telecinco que mejor ha rendido este año.

Mucha mano arriba, pero Antena 3 bajó los brazos con "Bienvenidos al Lolita"

Mucha mano arriba, pero Antena 3 bajó los brazos con «Bienvenidos al Lolita»

Tras la Navidad, ya en 2014, se produce el segundo aluvión de estrenos generalizado. Enero nos trae el arranque de otra apuesta de Antena 3, “Bienvenidos al Lolita”, un producto con el sello Globomedia y todos los ingredientes para prologar el éxito de “Vive cantando”. Sin embargo, aunque la serie arranca fuerte, termina convirtiéndose en uno de los fiascos del año; con final anticipado y no renovación. En Cuatro regresa “Elementary” otro procedural policiaco de los que les funcionan siempre. Por su parte TVE lanza primero la TV movie de 2 capítulos “Vicente Ferrer”, posiblemente lo mejorcito del año en la pública, y luego la temporada nueva de “Los misterios de Laura”. La comedia, que contaba con un buen número de seguidores fieles, acusa los casi dos años en la nevera y baja bastante su cuota; en el aire queda su renovación mientras, paradójicamente, en USA la Fox está a punto de lanzar su adaptación.

No contenta con los resultados, La 1 saca a finales de enero la última temporada de “Cuéntame” para ganar al menos una noche el prime time. La veterana ficción se muestra robusta y va de menos a más, terminando en pleno éxito la que afirman que ha sido una de sus mejores temporadas. En paralelo, Antena 3 aprovecha un impass de programación para programas la miniserie “El corazón del océano”, superproducción estrechita que no encandiló a nadie aunque tampoco terminó por naufragar, llegando a puerto con más pena que gloria.

Y a pesar de todos estos movimientos en enero es febrero el mes clave de la ficción en 2014, pues en él se estrenan las tres series que han venido a dar éxito y estabilidad a las grandes cadenas hasta hoy día. El comienzo del mes trae a Telecinco “El Príncipe”, una serie arriesgada por género y tema que se ha erguido, posiblemente, como la gran triunfadora de todo el curso televisivo con sus millonarias audiencias. La repercusión de esta serie ha permitido a su cadena recuperar la fe en la ficción nacional fuera de la comedia, ha reconciliado a muchos espectadores con Telecinco y ha generado un autentico fenómeno fan con el efecto Faruk como no se veía desde El Duque en “Sin tetas no hay paraíso” (y recordemos que las audiencias de este país están comandadas por el público femenino). Si “El tiempo entre costuras” fue el exitazo de la primera mitad del año, “El Príncipe” lo fue de la segunda; con la diferencia de que ésta no tenía el respaldo de un conocido bestseller detrás.

Un par de semanas después llegaban “Velvet” y “B&B”. La primera supone la producción más ambiciosa de Antena 3 para el nuevo año y una firme candidata a heredar el trono de entre costuras. Finalmente la serie ha tenido una trayectoria muy sólida, pero no se la puede considerar como un pelotazo (bien por su perfil excesivamente femenino, bien porque salía perdiendo semana a semana en su comparativa con “El príncipe”). En el caso de la ficción de Telecinco, también es una apuesta firme por una dramedia profesional con un elenco de lujo, muy en la línea de la clásica “Periodistas”. Al echarla a competir contra “Velvet” salió escaldada, pero los programadores han sabido reubicar “B&B” con acierto y la serie fue creciendo semana a semana hasta consolidarse como otros de los tan necesitados aciertos en ficción de Telecinco (sin duda el efecto Dani Rovira de “8 apellidos vascos” hizo despegar su trayectoria).

2 malagueños en alza. Dani Rovira se ha consagrado en 2014 como actor ¡Y de éxito!

2 malagueños en alza. Dani Rovira se ha consagrado en 2014 como actor ¡Y de éxito!

Ya en marzo Antena 3 hacía otro de sus movimientos “entre temporadas” y arrancaba la nueva tanda de capítulos de “Con el culo al aire”. La comedia no ha conseguido repetir su éxito y marca una trayectoria descendente, tal vez estigmatizada como demasiado gamberra para el cada vez más familiar público de la cadena.

Entramos en un teórico periodo de calma, a la espera de los estrenos de verano y con varios buques navegando a pleno ritmo, en el que sólo destacan los estrenos a finales de abril de lo nuevo de “El Mentalista” en la Sexta (una de las producciones internacionales más fiables cara a la audiencia) y la tímida aparición de la TV movie de Antena 3 “Rescatando a Sara”, que no logró el éxito deseado.

Ya en mayo y con el hueco de “El Príncipe”, “Velvet” y “Cuéntame” por ocupar, las cadenas movieron algunas fichas: en Cuatro se apropiaron de la franquicia CSI, habitual de Telecinco, y estrenaron temporada de ésta y de “Castle” para tratar de reforzar su línea policial; como sustitución, la cadena madre de Mediaset estreno con mucho acierto “Resurrection” y supuso la última sorpresa USA en nuestras pantallas. No podemos dejar de mencionar que “Aida” echó el telón en estas fechas siendo la comedia más longeva de la Hª de nuestra televisión. Por su parte Antena 3 se lo juega todo a una carta y nada más acabar “Velvet” empalma con el estreno de “Sin identidad”, una serie ambiciosa y con planteamientos novedosos que supuso el mejor estreno del año en cualquier cadena; luego ha perdido algo de fuelle, pero está consolidando una buena cuota de audiencia y amenazando con subir en el final de esta primera temporada, aun en emisión.

Y cuando todo el pescado parecía vendido, aun quedaba género en “Chiringuito de Pepe”. El estreno de la serie de Telecinco, ya en junio, arrasó y superó incluso al de “El príncipe” unos meses antes. En las pocas emisiones que lleva, ya se ha asegurado el título de “reina del verano” y parece difícil que otra ficción logre hacerle sombra.

Esto es lo que nos ha dejado esta temporada 2013/14 de ficción televisiva. Mas allá de las batallas por la audiencia y de los gustos personales de cada cual, me quedó con una serie de conclusiones que indican en parte el cambio de paradigma en los consumos de series y en parte el buen momento que viven, también, nuestras producciones:

Éste es el año de la internalización de nuestras series.

Éste es el año de la internalización de nuestras series.

– Frente al tradicional estreno de series por oleadas o seasons, nuestras cadenas están comenzando a programar las novedades de forma continua a lo largo de todo el año; respondiendo con ello a las demandas de un público cada vez más acostumbrado a consumos on demand.

Telecinco sale del pozo. Tras unos años en los que ningún proyecto cuajaba, al fin consiguen que sus nuevas series conecten con la audiencia. Esto es no sólo importante para la cadena sino para todo el sector, que se verá dinamizado con más producciones, ingresos y empleos.

Mas riesgo y más genero. Sigue la evolución paulatina en la temática y la profundidad de contenidos de nuestras series. Si hace no mucho veíamos fracasar apuestas como “La fuga”, “Homicidios” o “Toledo”, hoy podemos presumir del éxito de policiacos como “El príncipe”, de thrillers como “Sin identidad” y de melodramas de calado como “El tiempo entre costuras” o “Velvet”. Eso si, las series familiares para todos los públicos siguen funcionando muy bien y ahí están “Vive cantando” y “B&B” para demostrarlo.

Prestigio internacional y ventas al extranjero. Un salto importantísimo en ambos aspectos, ya que este curso ha sido el de las adaptaciones en USA de “Los misterios de Laura” y “Pulseras Rojas”, el de las ventas a decenas de países de “Gran Hotel”, “Isabel” o “El tiempo entre costuras”, el de la puesta en marcha de coproducciones con la BBC y con la Fox. Un camino, el de la internacionalización, que nos puede llevar al siguiente nivel de producción en ficción.

– Productos con fecha caducidad. Otro hito importante, nuestras series ya no tienen que durar ad eternum. “El tiempo entre costuras” tiene una sola temporada, innegociable. “Isabel” no debe pasar de la tercera (por la muerte del personaje), los responsables de “Sin identidad” hablan de una lógica de dos temporadas. Esto era impensable para series con más de 4 millones de espectadores hace apenas año y medio.

Nada más. Esperemos que el año televisivo que viene sea aun mejor que éste.

 

Hasta que nos leamos!

Entrevista en Onda Cro

CMYK básico

Esta mañana me han entrevistado en el programa «Los productores» de Onda Cro. Ha sido media horita de lo más agradable charlando un poco sobre el mundo de las audiencias, a raíz de mi entrada en el blog Innovación Audiovisual de hace unos días, en la que trataba el tema.

Muchas gracias a Jaime López Amor, Pedro Palacios y al resto del equipo por brindarme la oportunidad de contar mis impresiones. Ahora que hemos abierto la veda, espero no tardar en repetir.

Podéis escuchar la entrevista completa aquí:

http://www.ondacro.com/index.php/entrevistasytertulias/1690-entrevista-a-javier-jauregui-guionista-y-creativo-20-de-febrero-de-2014

Por esta vez me despido diferente,

Hasta que nos oigamos!

¿Alta costura o prêt-à-porter?

Anoche se estreno el primer capítulo de “Velvet”, la nueva serie de Bambú para Antena 3. La emisión fue todo un éxito de audiencia y acaparó el mayor número de comentarios en las redes sociales. Hoy toca el día de las críticas y aquí va la mía.

velvet 1

Si algo han demostrado Ramón Campos y los suyos en estos años es que saben construir productos sólidos por los que moverse de forma de forma segura, y “Velvet” cumple este paradigma a la perfección. La ficción tiene todos los elementos que mejor se le dan a la productora y que sirven para aglutinar frente a las pantallas a millones de espectadores; a saber: melodrama lujoso, historia de amor potente, actores principales con carisma y una producción técnica sobresaliente. De hecho, el proyecto comenzó como una comedia romántica y poco a poco se fue encauzando hasta la línea narrativa habitual de sus guionistas.

Una vez más, Bambú ha hecho alarde de esa capacidad que tiene para aprovechar un referente previo y construir un territorio nuevo y particular a partir de él. Ciertamente, no se puede decir que «Gran Reserva», «Hispania», «Imperio», «Gran hotel» o «Velvet» sean copias o versiones de «Falcon Crest», «Roma», «Dowton Abbey» o «The Paradise», respectivamente, pero si comparten con éstas la dosis justa como para resultar familiares al público y suponerles un producto cercano y apetecible. Unos verán en esta tendencia falta de creatividad, para mi es saber producir televisión…

Y efectivamente, el problema de Velvet (y de las últimas series Bambú, en general) no es que se parezcan demasiado a otra ficción inglesa o americana, no; es que se parecen demasiado entre ellas. La cantidad de producciones se está haciendo tan grande que para garantizar la buena marcha de todas ellas se recurre a la repetición de patrones de éxito, lo cual si bien es entendible también supone un riesgo importante. Globomedia, por ejemplo, lleva años explotando esa fórmula con eficacia en las audiencias, pero por el camino ha perdido el favor de una parte del público y de casi toda la crítica (los hasta ahora grandes aliados de Bambú).

Recapitulando lo visto en el primer capítulo de Velvet  encontramos, a mi gusto, demasiados elementos repetidos de sus anteriores historias:

1) La gran relación romántica se parece demasiado a sus anteriores amores imposibles (bien por familias enfrentadas como en “Gran Reserva” y “El Origen”, bien por diferencia de clases como en “Gran Hotel”). Por lo que he podido leer, el desarrollo de esta trama va a ser diferente, así que daremos un voto de confianza…

2) Otro aspecto recurrente que aparece es la familia como motor de conflictos. Éste es uno de los temas Bambú por excelencia y es lógico que siempre esté presente porque forma parte de la voz del autor, pero se echa de menos que por primera vez nos muestren a una familia bien avenida en cuyo hogar no vuelen cuchillos constantemente.

3) El tercer clásico que llama la atención es la ambientación de clase alta; bien sea el terrateniente viticultor, el patricio romano acomodado, el noble de principios del Siglo XX o ahora los potentados de postguerra… el caso es que Bambú siempre nos presenta personajes de alto poder adquisitivo. Esto para mi es un mérito muy yanqui, el conseguir que tu público se identifique con unos personajes de un entorno muy ajeno y seducirles con la belleza y el glamour de éste. De hecho, los guionistas siempre lo contrarrestan con la presencia de otros personajes más humildes y, por ello, funciona bien. Simplemente es que, una vez más, añoramos un planteamiento distinto.

4) Un padre con secretos inconfesables, una lucha fratricida por hacerse con las riendas de la empresa familiar, los trabajadores que viven en el mismo establecimiento en el que trabajan, una jefa/gobernanta especialmente estricta y que parece ocultar una relación amorosa con el jefe… todos estos elementos de «Velvet» ya nos suenan de muchas de las series anteriores de la productora. Soy conscientes de que las historias están todas contadas y de que lo único nuevo que podemos aportar es el punto de vista, pero se agradecería una vuelta de tuerca más profunda entre una ficción y otra.

Ramón Campos, un autor con sello y estilo propios.

Ramón Campos, un autor con sello y estilo propios.

¿Quiere esto decir que los autores de Bambú están perdiendo frescura o que no son tan buenos como muchos suponíamos? Por lo poco que los conozco, mi respuesta es un rotundo no. He tenido la suerte de coincidir con Ramón Campos y Teresa Fernández Valdés un par de veces; en la primera les pitcheé un proyecto y en la segunda, Teresa nos recibió a mi socio y a mi para hablar sobre un documental nuestro en el que estaban interesados (por cierto, aprovecho la ocasión para meter una sucia cuña: Teresa, si estás leyendo esto… ¿Qué hay de lo mío?). En ambas ocasiones me quedó muy claro que ambos son dos talentos naturales y que entienden a la perfección los entresijos del negocio de la producción en este país. Por ello me inclino a pensar que si están haciendo un producto como “Velvet” es, simple y llanamente, porque es lo que la cadena quiere que hagan.

Uno de los trasfondos temáticos de “Velvet” es el cambio de la moda, la muerte de la alta costura debido a la irrupción del prêt-á-porter. Y creo que Bambú, como productora, está inmersa en ese mismo conflicto: están produciendo series a medida para la cadena, con un acabado de lujo y apariencia de alta costura, pero los diseños y materias primas (las historias, en este caso) son prêt-á-porter, y lo son porque es lo que dicta el mercado, lo que el cliente puede costear y lo que ya se sabe que funciona para millones de personas. Me recuerdan a los grandes diseñadores que de vez en cuando sacan una colección para H&M: lo hacen bien y bonito, les da de comer y no les lleva mucho tiempo, pero ni de lejos es un trabajo que les exija el 100% de su talento y capacidad.

Ramón Campos, Gema Neira, Cristóbal Garrido, Carlos de Pando, Ángela Armero, María José Rustarazo, Eligio R. Montero, Jaime Vaca y otros muchos (perdón por no citar a todos) son unos creadores excepcionales que nos han dado momentos, tramas y personajes sublimes; pero tengo la sensación de que están trabajando con el pie levantado del acelerador, sin abrir gas a tope y mostrar todo lo que tienen dentro porque es lo que toca (lo que casi siempre toca). Por suerte para todos, la productora se ha embarcado en un par de proyectos internacionales donde, quizá, si que se les permita o exija dar lo mejor de si mismos.

Mientras tanto seguiremos disfrutando de la oportunidad que nos brinda “Velvet”: ir bien vestidos y elegantes aunque sea con las mismas prendas de siempre.

Hasta que nos leamos.

Algo si que pintaremos.

guionista

 

Los guionistas, seres de poca autoestima y derrotistas por naturaleza, nos pasamos el día quejándonos de que somos los últimos monos dentro de una industria que debería tenernos en un pedestal. Cierto es que el propio negocio del audiovisual español se encarga con demasiada frecuencia de enviarnos a ese rincón oscuro al que nos tiene relegados en los estrenos, las grandes reuniones y las tomas de decisiones… pero también es verdad, que en lugar de luchar de manera coordinada por lograr nuestras reivindicaciones (¡Como he envidiado siempre a esos eléctricos capaces de parar un rodaje con su convenio colectivo bajo el brazo!), los guionistas somos más dados a regocijarnos en nuestra desgracia cual Neimar haciendo la croqueta por medio campo tras recibir una falta… (colar un chiste de actualidad futbolera tendenciosa: +1).

Afortunadamente, parece que últimamente se están haciendo esfuerzos por corregir ese individualismo galopante y ese síndrome de mártir que afecta al guionista medio patrio. Me refiero a iniciativas como el encuentro entre medios y guionistas organizado recientemente por ALMA o al inminente III encuentro de guionistas en Bilbao (¡¡Al que no podré asistir por culpa de una maldita fecha de entrega!!). Esperemos que este tipo de actos sirvan para tomar un poco más de conciencia de clase (muy afrancesada, esta expresión) y, sobre todo, para que el público se vaya dando cuenta de que el guión es una parte vital del proceso de creación de sus pelis y series favoritas.

Y precisamente en esta nueva temporada televisiva, los espectadores pueden comprobar de primera mano como los guionistas contamos en una serie, y mucho… (nunca mejor dicho). Lo digo porque tras unos cuantos episodios de la segunda temporada de “Isabel”, ha quedado patente el cambio de manos tecleando y cuanto puede afectar ello al producto final.

 

imagen que reproduce el cuadro "La rendición de Granada".

imagen que reproduce el cuadro «La rendición de Granada».

 

Aunque en EEUU es mucho más normal ver caer equipos enteros de guionistas (uno de los casos más conocidos  aquí), en España esto suena raro aun; el día en que Javier Olivares, creador de la serie y cabeza del equipo de guión, y los suyos decidieron abandonar el proyecto por disparidad de criterios con los productores, se creo un revuelo mediático en todo el mundillo audiovisual. Afortunadamente fue una separación más o menos amistosa y la serie siguió su andadura sin el hombre que la había pergeñado.

El nuevo equipo comandado por José Luís Martín está queriendo dejar su impronta en la serie. No seré yo quien diga cuales son mejores, pero si es indudable que  el público nota claramente el cambio de estilo y las decisiones que conllevan la manera de escribir de cada autor. Una de las formas más evidentes en que se manifiesta la nueva escritura es en la manera de hablar de los personajes. Ahora se está haciendo un esfuerzo por acercar los diálogos al léxico del Siglo XV y es frecuente la inclusión de expresiones y palabras de aquella época (como los insultos, por ejemplo). Es éste un tema espinoso en toda serie histórica, dado que un verdadero reflejo del habla medieval haría que la trama fuese imposible de seguir por el gran público; y al último informe de la OCDE me remito. A partir de ahí, cada autor tiene un margen de maniobras amplio que va desde el estilo de “Águila roja” el de “El nombre de la rosa”. Lo que está claro es que Olivares y Martín tienen una forma distinta de ver el tema.

Y no sólo en formalidades se aprecia la mano del guionista. Los personajes en si también han cambiado. Frente a una primera temporada en que tenían un tono más gris, un comportamiento más sutil que propiciaba frecuentes cambios de bando y giros  inesperados, en la segunda temporada encontramos las facciones más delimitadas: los buenos son buenos y los malos, malos. Esto también es fruto de los acontecimientos históricos concretos, pero da la impresión de que unos autores sabían sacar más partido a las incongruencias de alma humana.

Michel Jener ¿Imitando a Chiquito de la Calzada?

Michel Jener ¿Imitando a Chiquito de la Calzada?

 

Por último, las propias tramas y estructuras cambian. En el último capítulo emitido asistimos al secuestro de una noble castellana por los soldados musulmanes del Emir de Granada (en lo que parece ser el germen de una subtrama de amor). Este acontecimiento me recordó al de la primera temporada, en el que violan a una pobre campesina y cómo ello sirve para resolver la muerte de uno de los principales antagonistas del momento, Pedro Girón. En un caso se narran los acontecimientos de forma más lineal y lógica y en el otro se busca el suspense y la sorpresa. Una no tiene porqué ser mejor que otra, pero ambas reflejan qué tipo de guionista hay detrás.

Hasta el momento el público no ha terminado de decantarse por un estilo u otro; a tenor de los resultados de audiencia de las dos temporadas, muy similares, quizá hablamos de diferencias sutiles para el gran público, o de una importancia menor… lo que no se puede negar es que estas diferencias existen y que si algún espectador las está notando, para bien o para mal, tiene que tener claro que son obra y gracia de los guionistas que escriben la serie y que, aunque sea algo, si que pintan.

 

Hasta que nos leamos.

La única salida posible

final breaking bad 4

Pues si, esto es otro post sobre el final de Breaking Bad… lo siento, no he podido resistirme. Conste, en mi defensa, que yo al menos llevo tiempo hablando de la serie; por ejemplo aquí. Digo esto porque tengo, desde el domingo, la sensación de que esta avalancha final de devotos de la serie ha sido un poco forzada, que una legión de periodistas, en particular, y culturetas, en general, se han debido pegar 2 semanas sin pestañear para tragarse las 5 temporadas antes del cierre y poder estar así à la mode.

Yo pensaba dejar pasar el tema regocijándome en el dolor de saber que nunca más disfrutaré de las aventuras de Walter White y cia. Como las rupturas sentimentales, los finales de tus series favoritas son momentos de recogimiento y llanto callado. Ya llegará la fase de levantar la cabeza y salir a emborracharte con los amigos comentando hasta los más sucios detalles de la historia… pero los primeros días son sólo para ti y tus sentimientos hacia ella (la serie y la ex, en ambos casos vale).

Quizá mi luto haya pasado más rápido de lo que creía. El caso es que esta mañana, leyendo el estupendo análisis de Carlos López sobre uno de los últimos capítulos de la temporada, he comprendido que si que debía escribir algo. Quizá sea una mera gota en el océano de tinta que ha corrido esta semana sobre la maravillosa criatura de Vince Gilligan; pero es la mía… espero que a alguien le resulte inspiradora.

Coincido plenamente con Carlos en que el episodio clave de la series finale es el antepenúltimo: “Ozimandias”. De hecho, en mi opinión, éste es el verdadero clímax la trama. Aquí se resuelven definitivamente todos los conflictos del protagonista y su relación con el resto de los personajes. Los dos últimos capítulos suponen un bello epílogo con el que los guionistas se regocijan en su habitual preciosismo conceptual y narrativo, pero en ellos no hay margen alguno para la sorpresa, el giro o lo inesperado. Sencillamente sucede lo que tiene que suceder, lo único que después de estos años tendría sentido para los seguidores de la serie.

A partir de aquí entramos en detalle y viene los spoilers.

La clave del desenlace de la serie.

La clave del desenlace de la serie.

Con la muerte de Hank a manos de los mercenarios nazis queda eliminada toda posibilidad de que Heisenberg pague por sus crímenes, al menos en el sentido legal del asunto. Sin embargo, Hank va a lograr en la muerte lo que no consiguió en vida: su asesinato será el hecho definitivo que separará a Walter de todos sus seres queridos. Skyler al fin reacciona y planta cara a su marido, Flint (ya al corriente de todo) toma partido por su madre…  la muerte de su cuñado supone para el señor White su gran fracaso personal. No sólo se topa con unos tipos que desoyen sus órdenes (él quiere que Hank viva) y le roban, sino que esto provoca que su familia se aparte de él para siempre. El supuesto motivo por el que se convirtió en Heisenberg e hizo las cosas que hizo deja de tener sustancia… ya no hay excusas que valgan. Las primeras reacciones de Walter son desde la bilis, y se ceba una vez más con el pobre Jesse (¡durísimo el momento de su despedida en el desierto!) pero en cuanto se para a pensar, comprende que todo el pescado está vendido.

Imagino a los guionistas discutiendo las posibilidades en torno a la última traca, al arreón final  de Walter, un personaje movido esencialmente por el orgullo. Los veo tratando de sacarse un golpe de efecto por parte de Skyler, Jesse o Flint hacia el protagonista… pero creo que rápidamente descartarían casi todas las opciones más originales y bizarras porque carecían de sentido interno en la historia. Para unos creadores obsesionados con la sutileza y tan defensores del subtexto temático en su historia, no sería posible traicionar a los personajes con un final by the face con tal de lograr un gran “chim pum” de despedida.

El final de este episodio ya muestra a Walter haciendo lo que tiene que hacer: devuelve a Holly a su hogar, exculpa a Skyler ante la policía y anuncia que tiene algo pendiente. Para el protagonista no es concebible dar su brazo a torcer ante sus enemigos, así que comienza a preparar su lenta venganza (porque aunque sean 2 episodios, en la serie pasan meses). Por la parte personal, el hecho de que su familia no quiera saber de él no le impide proporcionarles un futuro estable… en ello lleva desde el primer capítulo, sin necesidad alguna de aprobación. La solución de Grey Matter y como nos la construyen es simplemente maravillosa (otro círculo recorrido, otro cabo atado por el camino. Una vez no quiso su ayuda y ahora les obliga a ayudarle).

Marido y mujer cara a cara por última vez.

Marido y mujer cara a cara por última vez.

Quizá la mayor concesión a la sorpresa sea el hecho de que Walter se confiese ante Skyler. “Todo lo hice por mi”, reconoce al fin. Esto, que va en contra de un personaje que ha negado la evidencia cientos de veces a su esposa y es incapaz de aceptarse a si mismo ante ella, no es sino la muestra definitiva de que Jekill y Hyde han llegado a un acuerdo, a un punto de entendimiento… al fin y al cabo, la pobre Skyler se merecía ese momento y Walter adquiere una nueva dimensión como persona verbalizando su demonio (sólo una temporada antes, esa conversación le costó la vida a Mike).

Más allá de las peripecias de la venganza, ejecutada con la elegancia habitual a la que nos tiene acostumbrados (y siguen cerrando círculo: la ricina, asegurar que no haya más meta azul, etc.), el otro punto pendiente era el encuentro final con Jesse. Y de nuevo sucede lo único concebible: Walter salva a Jesse, como lo ha salvado cientos de veces antes. Jesse es un personaje perdido, cada vez que ha estado sólo ha caído a los infiernos y, por mucho que le odie, es Walter quien aparece siempre para sacarle del hoyo. No es casual que tras todo lo pasado entre ellos, le siga llamando Señor White… Naturalmente esto no quita que Walter sea un auténtico cerdo inmisericorde con Jesse. Precisamente por eso, a continuación hace la única otra cosa que podía hacer: tratar de manipularle por enésima vez (en este caso para que le mate). Jesse obtiene su pequeño triunfo negándose… pero es que otra cosa hubiera resultado inconcebible, ya que hace temporada y media que dejó de hacerle caso a pies juntillas y tampoco ha tenido nunca lo que hay que tener para acabar con él por si mismo.

all the bad things must come to and end.

all the bad things must come to an end.

Y así llegamos al final. Un final que, más allá de los detalles concretos de la trama, estaba escrito desde hace mucho tiempo; y ello gracias al buen hacer de los guionistas, que cuando crearon los personajes y diseñaron sus conflictos y los temas sobre los que trataría la serie, lo hicieron tan bien que la lógica dictaba que ésta, era la única salida posible.

Hasta que nos leamos.

Copiando las telemetrías

telemetrias

A muchos de vosotros quizá no os suene de nada esta expresión proveniente de la Fórmula 1. La telemetría es una tecnología que permite la medición de magnitudes físicas a distancia (podéis leer más sobre el tema aquí); la frase del título hace alusión a las ocasiones en que un piloto imita la táctica y manera de conducir de su compañero de escudería para mejorar o, al menos, igualar sus resultados.

Parece que este fenómeno no es exclusivo de la alta competición del motor, en el campo de batalla televisivo, las distintas cadenas hace tiempo que parecen instaladas en la comodidad de copiarse tácticas de programación las unas a las otras y se echa de menos la capacidad de investigación, de asumir riesgos e innovar que había en los primeros años de la televisión privada.

De todos es sabido que España mantiene un horario de prime time distinto al del resto de occidente. La franja estrella del consumo televisivo en nuestro país empieza más tarde y termina más tarde que en ningún sitio, avalada por la creencia de que los españolitos cenamos a las tantas… Eso, que ha sido una verdad invariable, hace tiempo que no lo es tanto y en las grandes ciudades (que es donde se juega principalmente esta batalla por el share) se tiende cada vez más al horario de nuestros socios comunitarios. El común de los trabajadores madruga y entra a trabajar a unas horas que no aconsejan estar viendo la TV hasta bien pasada la media noche.

Un ejemplo del clásico consumo por franjas en que la noche es el rey.

Un ejemplo del clásico consumo por franjas en que la noche es el rey.

Analicemos el recorrido ideal para un canal generalista, suponiendo que el espectador comienza a verlo a las 9 de la noche: a esa hora encontraría el informativo, presunto intocable de la parrilla, que viene a durar unos tres cuartos de hora y desemboca en el programa de Access prime time. Otro calvario de 45-50 minutos de entretenimiento y/o humor que hemos de superar para ver el teórico plato fuerte (y ya van hora y cuarenta minutos en el contador). Si el programa estrella es una serie nacional, hablamos de entre 60 a 75 minutos de contenido a los que hay que sumar 15 o 20 de bloques publicitarios. Como pronto, el final del capítulo se alcanza a las 00:15 de la madrugada. De tratarse de una serie extranjera, como doblan capítulo y estos duran 45 o 50 minutos, la situación es peor aún. Si tenemos la mala suerte de estar viendo un programa de entretenimiento de gran formato (talents, realities, etc.) hay que sumar otro cuartito de hora a la duración del formato y otro bloque de publi, con lo que estamos más cerca de la una de la madrugada que de otra cosa. Sólo TVE y su ausencia de anuncios rebajan estos horarios demenciales, aunque únicamente en lo que se refiere a la hora de terminar el primer time.

La situación ha llegado a un absurdo tal, que cada vez tenemos que esperar más para ver el programa estrella (22:40 horas en casi todas las cadenas).  Tanto los informativos como los formatos de acces han visto engordada su duración hasta rondar la hora; en el caso de los primeros, en gran parte por culpa por la cobertura deportiva y del tiempo, que se han convertido en miniprogramas casi independientes del informativo principal. En el caso de los programas teloneros, las cadenas han comprobado que en esa franja horaria hay muchísima gente viendo la TV, más que a partir de las 23:30, así que tratan de aprovecharlo estirando los contenidos del formato de acces prime time… lo incomprensible del asunto es que con un telediario más corto (los 30 minutos de toda la vida eran más que suficientes) y un acces más breve tendrían a todo ese púbico que no quieren dejar escapar viendo su programa estrella desde hace un rato y dispuestos a aguantar la emisión hasta el final, ya que éste se produce a una hora razonable.

El miedo a qué programar a partir de las once y media de la noche agarrota a las cadenas y les impide sacar el máximo provecho a las dos horas anteriores, las realmente fuertes.  Y por el camino no se enteran de que el consumidor comienza a montarse la fiesta por su cuenta, harto de someterse al horario dictatorial de los canales. Cada día me llegan más testimonios de amigos y allegados que consumen su propio acces prime time mientras esperan al tardío comienzo del programa o serie que les gusta consumir en la tele.  Si, me gusta ver “Gran Hotel” y lo voy a hacer en su emisión original, pero ni por asomo te creas que para ello me voy a tragar “el hormiguero” porque sí; me pongo un capítulito de “Breaking Bad”  en Wuaki y me quedo tan ancho… y ahora corres el riesgo de que me enganche y decida ver algún otro más, dejando para mañana el visionado de “gran hotel” a la carta en tu web…

El negocio ha cambiado. O programas bien, o el usuario se autoprogramará las emisiones.

El negocio ha cambiado. O programas bien, o el usuario se autoprogramará las emisiones.

Ante este panorama de poca coherencia entre hábitos del público y oferta televisiva, lo lógico sería pensar que alguna cadena estuviera dispuesta a arriesgar programando de otra manera y variando la oferta de contenidos y horarios… pero nada más lejos de la realidad; nuestros grandes grupos audiovisuales se limitan a copiarse las telemetrías para minimizar sus pérdidas.

Se echa en falta los tiempos en que una cadena como Telecinco era capaz de programar a contracorriente y prescindir de los informativos, relegando éstos a una única emisión al filo de la medianoche (el mítico “Entre hoy y mañana” de Luís Mariñas). O las apuestas en ficción del antiguo Canal + en abierto (del que se suponía que Cuatro heredaba su espíritu y filosofía, aunque ya no quede rastro de ello) que nos regalaban una última hora de la tarde cuajada de excelentes sit coms americanas. Lo mismo ocurría cuando alguien se atrevía a innovar programando un formato made in late night en plena sobremesa dominical, como fue el mítico primer “Caiga Quien Caiga” (¿Alguien se imagina ahora a Wyoming en esa franja?). En aquella época teníamos posiblemente peores programas de televisión, pero había mucha más variedad y valentía que ahora.

Hoy, comprobamos a diario como La Sexta y Cuatro no dejan de copiarse los movimientos el uno al otro (desde los informativos deportivos a los magazines de actualidad en la tarde), vemos que entre Antena 3 y Telecinco se replican continuamente formatos de reality (el último y flagrante ejemplo, el mundo “piscina de famosos” vivido esta primavera o la actual fiebre por los formatos de cocina), asistimos atónitos a como en un país con casi 5 millones de parados las cadenas siguen pensando que por las mañanas sólo ven la tele las amas de casa, o al hecho de que la programación infantil haya desaparecido por completo de las parrillas generalistas, limitándose ésta a contenedores de series (en su mayoría extranjeras) en canales temáticos.

Habrá quien argumente que la llegada de la TDT sirvió para fragmentar audiencias y para dotar de contenidos a los canales especializados, pero eso no sirve para explicar el tema de las generalistas y el hecho de que todos los jugadores empleen la misma estrategia comercial. ¿Imagináis a los 5 restaurantes de una calle ofreciendo la misma carta de comida?, ¿Cómo puede uno ser mejor que otro si compite con exacto producto? Al final sucede lo que estamos viendo desde hace meses: diferencias de una o dos décimas entre cadenas rivales, derivadas de las pequeñas variaciones entre el gusto de unos espectadores al de otros.

Al final, entre 7 canales sólo marcan 9 décimas de diferencia...

Al final, entre 7 canales sólo marcan 9 décimas de diferencia…

Lo que yo me pregunto es: ¿No sería más lógico distanciarte de los competidores? ¿No es más eficaz comenzar a hacer cosas diferentes a ellos para ver si así se rascan puntos y no décimas de audiencia? El riesgo de fracaso está ahí, pero no es que con su táctica actual no exista (de hecho, y como siempre, la mayoría de programas y series que se estrenan fracasan); sin embargo, el margen de mejora es mucho, la posibilidades de que el público agradezca al fin una televisión distinta es clara… realmente ¿No merece la pena intentarlo?

En plena crisis, muchos nos pasamos el día hablando sobre las tablas de salvación del sector: que si el branded content, que si la narración transmedia, que si las social TV y la segunda pantalla… muchas buenas intenciones pero pocos, muy pocos, hechos por parte de los que a día de hoy siguen soportando la mayor parte del peso de la producción audiovisual en España. Una cadenas de televisión que se limitan a no correr riesgos, a copiar lo que funciona, a adaptar formatos extranjeros de éxito y a abaratar todo coste posible mientras siguen cerrando productoras y sigue desmantelándose el tejido industrial de nuestro audiovisual… ¿Y todo para qué? Para salvar unos datos de audiencia pírricos en comparación a los de antaño, en los que la separación entre éxito y fracaso parece estar ya simplemente en la barrera mental de los dos dígitos.

¿Para cuando alguien que dé un paso al frente y se atreva a hacer algo distinto?

Hasta que nos leamos.

Un encuentro muy esperado

Vista ya la decepcionante segunda temporada de “Homeland”, me gustaría pararme un poco para analizar uno de los momentos estrella de la misma. Si bien es cierto que la trama ha tirado con demasiada frecuencia de engaños baratos para conseguir avanzar, no lo es menos que los guionistas han sabido construir un buen puñado de escenas memorables por el camino (cosa que es de agradecer, porque hace mucho menos molestos los intentos de timo antes mencionados).

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El encuentro culminante de la serie

Quizá la mejor de todas estas secuencias llegó en el capítulo 5 de la temporada, con el interrogatorio de Carrie a Brody tras descubrir el video auto inculpatorio que él grabó tiempo atrás. Estamos ante el enfrentamiento que todos los espectadores llevamos esperando 17 episodios, el momento en que por fin los dos protagonistas podrán sentarse frente a frente y hablar con claridad… una enorme responsabilidad a nivel de escritura, de la que los guionistas salen especialmente airosos.

Como en los grandes conciertos, semejante actuación requiere de un telonero; el interrogatorio comienza en manos de Peter, que ejecuta su papel de “poli malo” con eficacia. No sólo consigue empezar a ablandar a Brody mostrándole que tienen el vídeo, sino que cierra su actuación clavándole un puñal en la mano en un simulado ataque de furia… es lo que tienen los teloneros, que deben llamar la atención de su público, sea como sea, en el poco tiempo que les dan.

Así llega el turno de la Mathison. Carrie, que está enamorada de él como una chiquilla; Carrie, que ha llegado a creer que estaba loca por culpa de su obsesión con que Brody era un terrorista; Carrie, que perdió su trabajo por ese mismo motivo; Carrie; que ahora sabe que todo era verdad y que ella tenía razón… Semejante contenedor de ira y frustraciones acumuladas en manos de una enferma inestable hubiera servido para que muchos escritores construyesen una escena repleta de gritos, reproches y amenazas, pero en lugar de eso los guionistas eligen el camino contrario, el de la cordialidad y la superación personal. Una senda larga y tortuosa, pero que resulta mucho más emotiva y creíble a la hora de conseguir que Brody confiese sus crímenes.

Para comenzar, Carrie se va directamente a lo personal y abre su corazón al hombre que ama, le hace saber que la destrozó por dentro y la hizo creer que estaba loca. Esto desarma a Brody por completo, que baja la guardia que había subido tras el ataque de Peter (de hecho, lo muestran con una sutil retirada del brazo herido, que mantenía en alto ante su cara en un gesto mitad protección, mitad denuncia). Comienza entonces un toma y daca, un primer round de contacto en el que Carrie se dedica a soltar reproches personales y Brody a justificarlos. Con sutileza y habilidad, ella va llevando la conversación en un par de ocasiones hasta un terreno profesional, obligándole a repetir que él no llevaba ninguna bomba ni era parte de un intento de atentado al Vicepresidente. El asalto acaba cuando Carrie consigue que Brody le pida perdón por haberle hecho daño emocionalmente y haber jodido su carrera profesional. Victoria para ella.

Brody sabe que están vigilando el interrogatorio.

Brody sabe que están vigilando el interrogatorio.

Este brillante comienzo permite a los guionistas situar a los personajes en planos opuestos: Por un lado tenemos a Carrie, que se ha sacado una espinita personal y además ha conseguido recordar a Brody que entre ellos hay algo más que una relación profesional; ella está en lo alto. Por el otro, Nicholas es por primera vez consciente de que sus actos y decisiones también dañan a otra gente, igual que las decisiones que tomaron aquellos de los que tanto ansía vengarse; él está abajo.

La segunda fase del interrogatorio está destinada a crear empatía entre ambos. Carrie decide que debe acercarse física y emocionalmente a Brody para poder sacarle la verdad. Es ella la que se baja voluntariamente a la altura de su interrogado. Para demostrarle su confianza y tratar de establecer el vinculo entre los dos, apaga todas las cámaras de vigilancia (aunque deja encendido el micrófono sin decirle nada a él), le quita las esposas y le da de beber un poco de agua. Con estos hechos ha roto la barrera física entre ellos (la mesa) y ha podido acercarse a Brody, tocarle y hacer más íntima la situación. Con todos estos gestos los guionistas nos están dejando claro que a continuación los personajes van a entrar en un nuevo nivel de complicidad.

Efectivamente, ahora Carrie pone en juego las experiencias de guerra que los dos tienen en común: han visto el horror de cerca y eso les distancia del resto de la sociedad, a la vez que ejerce ese magnetismo que sienten el uno por el otro; lo quieran o no, se entienden. Ella se preocupa por su estado anímico, quiere saber cómo se siente en su interior y qué hace cuando la gente que no comprendería nada de aquello le pregunta cómo es… Brody se sincera, reconoce que les miente y les dice sólo lo que esperan oír, no la verdad. Ella le tiene donde quería, ahora que reconoce que miente puede tratar de llevarle hacia la confesión; una vez más le introduce con disimulo el tema profesional, pero él se mantiene en sus trece y sigue negando su implicación en el atentado frustrado. Los dos son conscientes de que está mintiendo y Carrie se lo hace saber, logrando que él pierda los estribos: según Brody el mentiroso es el Vicepresidente.

En un inteligente movimiento, los guionistas hacen que Carrie sepa dar para recibir: en lugar de mostrar a una agente de la CIA de pensamiento (a su modo patriótico) talibán, hacen que ella comprenda que tiene una ocasión inmejorable para llegar hasta el fondo del asunto. Al escribir la escena no se plantean que un analista de inteligencia jamás cuestionaría a su superior ni las decisiones de combate de su país, sino que lo ven desde un punto de vista práctico: Carrie hace lo que tiene que hacer para obtener la verdad. Por eso ella reconoce que el Vicepresidente es un monstruo que merece ser castigado por sus crímenes… y que Brody no lo es, porque no detonó la bomba… Ante el silencio del marine, ya sabe cómo debe seguir. Carrie hace comprender a Brody que Abu Nashir también es un monstruo, demasiado parecido al Vicepresidente; que lo está usando para sus propósitos sin importarle el precio que paga Brody ni el dolor que causará. En un emotivo discurso echa por tierra todo lo que él creía bueno y verdadero desde su liberación.

Carrie tiene a Brody a punto de desfallecer.

Carrie tiene a Brody a punto de desfallecer.

A estas alturas Brody es ya un pelele tembloroso que apenas puede contener las lágrimas, pero no lo suficientemente roto como para confesar. Así que Carrie sube la apuesta y se pone completamente a la altura de lo que le está pidiendo a él; si la cosa va de decir verdades, empezará ella: reconoce que le ama y que sería feliz si dejase a su familia por ella. Brody alucina con la confesión, sus dudas son mayores que nunca: si una mujer es capaz de sentir eso por él aun sabiendo todo lo que ha hecho es por algo, es porque aun queda algo bueno en él… pero es demasiado testarudo, lo han entrenado demasiado bien. Ante la invitación de Carrie para que diga la verdad Brody sigue defendiendo su versión de los hechos.

El juego de los guionistas ya está claro: Ante un hombre que ha aguantado 8 años de torturas y vejaciones las amenazas no sirven de nada. Sólo dando sinceridad absoluta se obtiene sinceridad absoluta. La elección concuerda además con el personaje de Carrie, que siempre va a la contra del resto de la CIA, que sigue su instinto más que los datos, que ve los caminos que nadie ve… y como remate, en un tercer plano de complejidad, el ejercicio le sirve a ella como una catarsis personal en la que enfrentarse a sus demonios y a los sentimientos que la han llevado a perder el control.

Carrie sabe que va a ceder más pronto que tarde así que vuelve a elevar la apuesta y saca a relucir a los hijos de Brody. La sola mención del nombre de su pequeña hace que el marine deje caer otra capa más de su barrera, si acaso la penúltima. Ella es consciente de que él hacía lo que hacía por vengar la memoria de un niño inocente (el hijo de Abu Nashir) y por eso sabe que dejar a otros dos niños inocentes huérfanos y traumatizados para el resto de su vida (sus propios hijos) no arreglaría las cosas. Brody es incapaz de negarlo, ni siguiera puede ya articular palabra; simplemente extiende sus brazos y busca con sus manos las de Carrie.

La rendición, mostrada a través de un simple gesto.

La rendición, mostrada a través de un simple gesto.

Y aquí comienza el asalto final. En el momento que ve el gesto, ella comprende que Brody se ha entregado a buscar cobijo y protección: sabe que ya es suyo. Entonces vuelve a la carga y hace, una tras otra, todas las preguntas que Brody se ha negado a contestar durante todo el episodio… sólo que ahora si confiesa.

Con esta parte culmina la escena principal del episodio. Hemos asistido al proceso de desprogramación de un terrorista, pero no con métodos brutales ni con encierros en Guantánamo; hemos visto como se arrancaba una confesión de culpabilidad, pero no con amenazas o palizas, ni poniendo a dos criminales en contra el uno del otro, ni si quiera ofreciendo un trato ventajoso en el juicio (todos estos recursos habituales en cine y TV). Aquí nos lo han servido desde la humanidad, sacando a relucir la compleja maraña de sentimientos que se debe esconder en lo más hondo de todo extremista, más aun en el caso de un personaje tan complejo como Brody. Los guionistas han hecho el trabajo más complicado y han logrado mostrarnos cómo recuperar la humanidad de un monstruo, y lo han conseguido (Carrie lo ha conseguido) desde el amor; porque sólo amando a alguien así puede llegarse al fondo de su alma y lograr traer de vuelta al hombre bueno que se había perdido tras los años de lavado de cerebro y torturas físicas y psicológicas.

Una escena para visionar con el dedo en el botón del pause, para examinar cada gesto y detalle de las interpretaciones, para hacer el ejercicio de ponerse en la piel del personaje y tratar de averiguar qué se siente. En definitiva, una escena de las que a todo guionista nos gustaría escribir.

Hasta que nos leamos!

La siguiente decepción

 

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Da la casualidad de que llevo un tiempo documentándome y escribiendo una historia de serial killers y, como suele ser habitual, devoro todo la ficción de ese subgénero que cae en mis manos para estar un poco más metido en el ambiente, para analizar aciertos y errores, inspirarme, huir de los tópicos, etc. Ello me ha llevado a ver con gran interés «The following», serie americana que La Sexta ha tenido a bien ofrecernos apenas un par de meses después de su estreno. La velocidad a la hora de traer esta producción (en claro contraste con otras mucho más alabadas… y no miro a nadie… Antena 3 y Juego de tronos… no miro a nadie) y la fuerte campaña de promoción de la cadena, hacían prever que nos encontrábamos ante uno de los posibles nuevos pelotazos en ficción. Lamentablemente, nada que ver con eso. 

«The Following»  parte de una premisa bastante interesante: un malvado e inteligente asesino en serie ha reclutado un ejercito de seguidores en sus años de prisión y ahora los utiliza para llevar a cabo su plan de venganza contra el policía que le atrapó. Aquí tenemos varios elementos atractivos para armar una historia poderosa: por un lado hay un protagonista arrastrado a la acción y que se pasa todo el tiempo jugando a la contra, tratando de evitar los ataques de un enemigo más poderoso y mejor preparado que él. Por el otro, el antagonista es un personaje carismático y de los que deben enamorar al espectador desde el primer capítulo. Y además de esto, se plantea una vuelta de tuerca original al subgénero con la idea de una secta de asesinos, que tiene mucho potencial. 

Desgraciadamente, casi nada en el desarrollo de la trama cumple las expectativas planteadas con esta premisa. Para comenzar, sabemos bien que toda serie basa su éxito y consigue conectar con el público a través de sus personajes, pero los de «The following» carecen por competo de gancho. Ahí tenemos a Ryan Hardy, el protagonista (correctamente interpretado por Kevin Bacon), un ex policía que se dejó media vida tratando de atrapar al malo la primera vez y ahora vive estancado en la desidia. Hardy es el objetivo de la venganza de asesino y se ve obligado a volver a la acción para desbaratar los planes de su antagonista. Este personaje presenta varias características:

Hardy/Bacon se enfrenta a unos asesinos obsesionados con Edgar Allan Poe

Hardy/Bacon se enfrenta a unos asesinos obsesionados con Edgar Allan Poe

 

1) Es un alcohólico depresivo. Este punto, bien utilizado es de un tremendo potencial dramático, pero los guionistas parecen olvidarse de él apenas transcurridos un par de capítulos; si acaso usan su adicción para establecer un punto de conexión con su compañero, Mike Weston, que se da cuenta del problema pero no se lo comunica a los superiores. A partir de ese momento, el viejo Ryan deja atrás de buenas a primeras su adicción a los chupitazos de JaggerMaiester.

2) Hardy tiene una grave deficiencia cardiaca provocada por una puñalada en el corazón que le dio el asesino años atrás. Esto le hace llevar marcapasos y ser una persona bastante más frágil de lo que correspondería a alquilen de su edad y complexión. Una vez tirado a la basura el conflicto interno del protagonista, cabría esperar que fuesen a aprovechar bien este otro conflicto externo… y lo hacen, pero sólo cuando a ellos les conviene y no todo el tiempo, como debería ser. De hecho, cada vez que alguno de los followers se enfrenta a Hardy se las apaña para sacar ventaja de su afección y así poder escapar, sin embargo en otros muchos momentos vemos a Ryan correr, pelear y someterse a situaciones terriblemente estresantes sin que su débil corazón se resienta en absoluto. Poco rigor, por decir algo…

3) Hay una historia de amor con la ex mujer del asesino, con la que tuvo una relación hace años y que él cortó a pesar de amarla. Por ese lado la trama funciona bien; como decía hace poco David Muñoz en este post en el thriller debe existir una conexión personal para el protagonista, y en el caso de «The Following» se produce cuando los seguidores sectarios secuestran al hijo de su líder, o sea el hijo de la mujer que Ryan quiere. Entre los antiguos amantes se crea una relación de amor odio bastante comprensible pero, a mi entender muy poco aprovechada. El torbellino sentimental del triángulo amoroso de los protagonistas (El bueno-el malo-la chica que ha estado con ambos) no luce en ningún momento, es más, cede el protagonismo a un insulso triángulo amoroso entre tres de los asesinos seguidores de Carroll ¡Incomprensible!. La serie seguramente hubiera brillado mucho más con intensas escenas en las que Ryan provocase a Carroll con el hecho de que le robó la esposa o con secuencias en las que ella se enfrentase al psicópata de su ex marido y le restregase a la cara que el policía es mucho más hombre que él, que su hijo le quiere más que a él, que la satisface mucho más en la cama, etc.

El villano pierde gas, y con él toda la serie

El villano pierde gas, y con él toda la serie

Pero si el protagonista hace aguas, el caso del antagonista es todavía peor. Se supone que Joe Carroll es un inteligente y sofisticado profesor de universidad experto en Literatura Romántica que se vuelve loco y comienza a asesinar jovencitas por el trauma de su fracaso como novelista (ojo con ese detonante, que de resultar verosímil entonces estaría el mundo lleno de asesinos en serie). Carroll aprovecha su encierro en prisión para elaborar un intrincado plan que pone en marcha gracias a los cientos de admiradores que se comunican con él y van a verlo a la cárcel; gente desequilibrada y con traumas que son carne de cañón para convertirlos en peleles que se muevan a su antojo.

Todo el sentido de la trama y la razón de ser del plan de Carroll se basa en su increíble magnetismo personal y su capacidad de seducción, es decir que este malo debe molar tanto que a su lado Hanibal Lecter parecería un gris funcionario de Hacienda. Desgraciadamente esto no está conseguido en absoluto, el tal Carroll no desprende nada que atrape al espectador y le haga enamorarse de él; ni la actuación ni los guiones del personaje son lo brillantes que se le suponen… de hecho, los propios guionistas deben ser conscientes de ello y no dejan de incluir forzadas líneas de diálogo en las que los policías recalcan el tremendo magnetismo y la capacidad de influencia de Carroll (como si ha base de repetirlo pudiera acabar siendo verdad). En el mismo momento en que no te crees que ese grupo de desquiciados puedan llegar a matar por veneración hacia el medianía de Carroll, la serie deja de interesarte como espectador.

Pasando la página del diseño de personajes, «The following» tiene otra importante carencia que la hace, cuanto menos, complicada de visionar (que ya no ver, porque me lo tomo como un trabajo práctico): la increíble distancia entre malos y buenos; los primeros son siempre más listos y tienen a su alcance una infinidad de recursos desproporcionada, mientras que los segundos jamás dan pie con bola y se dedican a todo menos a realizar una investigación policial mínimamente decente. Esto, que no deja de ser un recurso de ilusionista, puede utilizarse de vez en cuando para asombrar a tu audiencia o para salir discretamente de un embrollo pero bajo ningún concepto puede volverse la tónica general de resolución de conflictos. Si el villano quiere que no le atrapen debe ser muy listo, porque la policía no es tonta.

Sólo con esta dejadez se entiende que cada dos por tres surja un nuevo acólito de Carroll infiltrado en el lugar más conveniente y en el momento indicado; que a ningún agente del FBI se le pase por la cabeza revisar todas las grabaciones de seguridad de la sala de visitas donde Carroll habló tranquilamente con sus seguidores durante años, para ver quienes son y detenerlos antes de que actúen; que Hardy no recurra a grabar a Carroll puteando a uno de sus ayudantes que se ha dejado atrapar para luego ponérselo a éste y tratar de que reniegue de su líder y les cuente el plan; que en una situación completamente controlada por la policía, los followers huyan con el hijo de Carroll delante de las narices de medio FBI; que ninguno piense en hablar con la abogada de Carroll para descubrir que la tiene amenazada, proporcionarle protección y obligarla a ayudarles a parar al asesino; etc. Tampoco pido polis como los de «The Wire», pero si algo más competentes que en «Loca academia de policía». 

Una de la imágenes más promocionadas terminó siendo un mero reclamo para el piloto

Una de la imágenes más promocionadas terminó siendo un mero reclamo para el piloto

 

El verdadero problema con usar este tipo de argucias es que se traspasa la frontera de la lógica tanto y tan menudo, que el espectador comienza a pensar (con cierta razón) que le toman por tonto. Lejana queda ya la máxima de Lubitsch: «deja que el espectador sume 2 y 2… te querrán siempre». En este caso lo que se intenta es distraerlo para que no sume en absoluto, porque las cuentas no salen. 

En fin, no todo es malo en la serie. A pesar de lo anterior es un producto que se deja ver sin más pretensiones, que siempre incluye un par de giros efectistas que llaman la atención (si uno no profundiza mucho en ellos) y que sabe tirar de clifhanger para enganchar a su audiencia. Realmente está más cerca de una procedimental policiaca que se ve más pendiente del twitter que de la tele, y no hay nada malo en este tipo de productos… siempre que nos lo vendan como lo que es. Porque si algo esta claro en esta nueva edad de oro de la ficción televisiva, es que los espectadores tenemos el morro muy fino y no nos tragamos gato por liebre.

A pesar de todo, reconozco que analizar una serie de este tipo es un ejercicio muy útil y necesario para cualquier guionista. Descubrir los trucos y fallos de trama agudiza el ingenio y te hace ser más exigente con tu propio trabajo. Ahora sólo queda la parte difícil, la de siempre: ser capaz de aplicar lo aprendido en el trabajo propio. Ojalá en el futuro tengáis vosotros la opinión de juzgarlo.

 

Hasta que nos leamos!

Cuando se cierra una puerta, se abre una ventana

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2013 no está siendo un buen año para RTVE. La única noticia positiva es el retorno de alguna de sus grandes series de ficción y sus altos porcentajes de Share, pero por lo demás… a perro flaco todo son pulgas: los sucesivos malos datos de audiencia (a punto de caer por debajo de la barrera psicológica del 10%) se unen a la pérdida del liderazgo histórico de sus informativos, las acusaciones de intervención política en éstos y, sobre todo, la puesta en duda de su modelo económico (con el fantasma de la vuelta de la publicidad planeando sobre Prado del Rey).

Desde hace ya más de dos años, y abriendo una puerta oportunamente colocada en la Ley de Financiación de RTVE, el ente público viene sustentando una buena parte de su programación bajo una fórmula de producción que se conoce como patrocinio cultural. Esto es, la cadena no paga por muchos de los contenidos y programas que emite, ya que el coste lo sufraga un patrocinador privado externo que desea apoyar un determinado producto más o menos relacionado con la cultura, el arte, la educación, la ecología o algún otro aspecto considerado de interés social.

De esta forma se han financiado una gran cantidad de programas en La 2 (cadena que se ajusta claramente a estos perfiles antes citados) y, más recientemente en La 1. Empresas como Bankia, Vodafone, Campofrío, Pullmantur, Banco Santander, Coca Cola, Telefónica y otros muchos se han convertido en los orgullosos patrocinadores de espacios como “La casa encendida”, “Conectando España”, “Eurovisión 2013”, “Redes”, “Saber y ganar”, “Españoles por el mundo”, etc.

Hasta hace poco esto a funcionado bien, muy bien. La corporación abarataba costes de manera sensible y los anunciantes se subían a un tren bastante exclusivo y de moda, como es el branded content. No sólo conseguían ser las únicas marcas que aparecían en TVE, sino que además lo hacían ofreciendo contenido del gusto de los espectadores… 2×1.

Un ejemplo de la citada fórmula de financiación.

Un ejemplo de la citada fórmula de financiación.

Pero claro, alguien tenía que salir perdiendo con esto, y ahí entran los grandes grupos de TV privada. Por ejemplo: a Telecinco le chincha que Movistar le pague el programa a Punset en lugar de gastarse ese dinerito en colocar anuncios en las franjas publicitarias de “Sálvame”; da igual que una marca que apuesta por la divulgación científica seria jamás invertiría ese dinero en alimentar a las bestias del cotilleo patrio… “me importan un pito los planes de marketing” piensan los Vasile Boys “si el otro no existiese, seguro que acudirían a mi”.

Y en Antena 3, más de lo mismo: “Total, si de Redes a los experimentos de El Hormiguero hay un pasito…” debían pensar éstos.

En fin, que Atresmedia y Mediaset consideran que RTVE está compitiendo deslealmente y aprovechándose de un resquicio legal para volver a insertar publicidad, y esta vez de manera subliminal… habemmus liazo.

La única mención de marca que se supone que puede haber bajo la fórmula de patrocinio, consiste en una cartelería gráfica de 5 segundos al principio y al final del programa. Pero claro, TVE tiene que lidiar con las productoras, que están a su vez presionadas por las marcas y tratan de colar cada vez que pueden una mención de producto, un logo de empresa o un dato destacable de su cuenta de resultados. Así, se dan casos de programas escrupulosamente limpios de inserciones de marca de ningún tipo y casos que apestan más que mi boca a la mañana siguiente de una noche de juerga… ¿Quién no recuerda esos planos de portátiles con el pincho USB de Vodafone estratégicamente colocado en “Conectando España”? ¿O esa gala del humor y homenaje a Gila con el logo de Campofrío presente en el escenario durante casi tres horas? ¿Y que decir de los publirreportajes a empresas de “El exportador”?

El logo de la marca y parte del logo del programa que patrocina...

El logo de la marca y parte del logo del programa que patrocina…

Tal es así, que UTECA llegó a contabilizar hace un año más de 2.000 inserciones publicitarias en apenas 2 meses entre todas las cadenas del ente público. El asunto se pone serio y la cadena comienza a mirar con lupa algunos contenidos, pero la bola ya ha comenzado a rodar y no hay quien la pare. Entre los meses de febrero y abril de este año, la mismísima Hacienda se pone a investigar el tema y detecta un buen número de irregularidades en el cumplimiento de la Ley de Financiación, así como una interpretación más que dudosa del concepto del patrocinio cultural.

A partir de este momento en TVE se ponen duros con las productoras y marcas: el patrocinador nunca será del mismo sector económico o temático al del contenido del formato, no se permite más de una inserción escrita de cada empresa en todo el programa y ninguna verbal, no se comunica producto, no se verán logotipos más que en planos generales y cuando la realidad del lugar o las circunstancias sean insalvables (por ejemplo, empleados con polos de la compañía haciendo su trabajo… tampoco es plan de obligarles a quitarse la ropa para grabar tres planos). Ayer mismo veíamos en el estreno del espacio “El alma de las empresas” como se cumplía escrupulosamente con estas premisas a la hora de seguir el día a día de 3 empleados de la conservera Calvo. Pero cuidado, porque este nuevo espacio carece de patrocinio reconocido…

Lo cierto es que en Prado del Rey no andan nada tranquilos. Los directivos de Echenique  temen que la puerta del Patrocinio Cultural se la cierren en breve y de forma definitiva; así que van como locos por abrir aunque sea una ventana que evite la asfixia presupuestaria de la corporación. El propio Presidente se reunía hace apenas una semana con la Asociación de Directores de Comunicación para transmitirles la necesidad de potenciar los contenidos de empresa que tuvieran un interés general y hiciesen un servicio público. En el fondo lo que les está pidiendo a las marcas es que hagan verdadero Branded Content, que se olviden de insertar su producto o compañía y que se centren en crear un contenido de calidad que les de notoriedad y cree empatía en sus consumidores.

Entonces, volviendo al caso de «El alma de la empresa»: ¿Está TVE pagando por el contenido a la productora (Medina Media) o no? Porque yo apostaría a que no; luego ¿Se trata de un branded content de verdad y la marca a renunciado a vender producto? De ser así estaríamos ante un paso adelante: Calvo y las demás compañías que aparezcan en cada episodio pagarán felices el presupuesto para que, a cambio, el espectador asocie a su empresa con buenos trabajadores y valores como el compañerismo, la eficacia y el trabajo en equipo. Por su parte, la cadena obtiene un producto en la línea Marca España que quieren transmitir y pueden presumir de que en este país hay grandes profesionales. No es el summun del branded content pero hemos avanzado desde el planito del pincho USB de Vodafone (sin salirnos de la misma productora).

Si vamos a mamar de las marcas, hagámoslo bien.

Si vamos a mamar de las marcas, hagámoslo bien.

Aun así, ésta no es la única fórmula que están contemplando. En RTVE hablan de un concepto al que denominan “content placement” y que también pretende incluir contenidos vinculados a marca sin estar directamente patrocinados. Se trata de una fórmula que aun se encuentra en estudio por el gabinete jurídico, y que vendría a ser algo así como que productoras y marcas creasen programas marco en el que se pueda informar sobre su sector de negocio o insertar contenidos afines a esté.

Es decir, si el product placement de toda la vida consistía en hacer que 007 siempre condujese un Aston Martin, el content placement sería, por ejemplo, que la Asociación de Fabricantes de Automóviles cree un programa en el que informar sobre todas las investigaciones, estudios, mejoras e innovaciones de automoción que se están haciendo en España. Esto, que me acabo de inventar, es una elucubración tonta hecha a partir de los valores que tendría que tener todo content placement: Información veraz y contenido de interés para la cadena.

Evidentemente, si dicha asociación patrocina un programa así se les echan encima al minuto, y con razón, por publicidad encubierta. Pero si el programa no tiene patrocinio reconocido y a la cadena le sale a coste cero ya es otra cosa… la jugada de RTVE, creo yo, es proponer a las marcas que la mera posibilidad de comunicar lo que les interesa es compensación suficiente para sufragar un espacio donde hacerlo. Sería como decirle al departamento de comunicación que, en lugar de enviar notas de prensa a El País o El mundo, directamente creasen un periódico más pequeño y temático donde incluir esa información. Pero ojo, debe tratarse de información.

Esta opción, que, insisto, aun está en fase de estudio, plantea no pocos interrogantes en cuanto a deontología se refiere. Seguramente habrá quienes consideren que iniciar este tipo de caminos puede suponer la muerte del periodismo y quienes defiendan que, hecha con integridad, la comunicación empresarial puede convivir con la información veraz y éticamente intachable sin problemas.

No es este el único debate; por encima, incluso, flota la cuestión de hasta dónde debe llegar RTVE con tal de financiar este modelo de televisión pública en lugar de renunciar a la batalla de las audiencias; o si debe ponerse encima de la mesa otra forma de financiación alternativa (como el canon por aparato de otros países).

En cualquier caso, nos quedan meses muy interesantes en los que observar qué rumbo toma nuestro ente público, qué tipos de programas logran aparecer en antena, qué productoras y agencias son las que consiguen formar parte del negocio y qué profesionales están más avispados y son capaces de generar contenidos atractivos para la audiencia y que se ajusten a las necesidades y limitaciones de todos los agentes que intervienen en el proceso de producción. Y sobre todo, comprobaremos desde la primera fila si a RTVE le siguen cerrando puertas, si consiguen abrir más ventanas o si definitivamente le tapian la casa entera.

Hasta que nos leamos.