TENEMOS EL MORRO FINO

mar de plastico

Visto anoche el estreno de «Mar de Plástico» la nueva serie de Atresmedia, una de las que personalmente más buen feeling me daban, se pueden sacar algunas conclusiones tempranas. La principal es que tenemos el morro muy fino. Hemos visto tantas series y tan buenas que casi siempre casi todo nos parece que no está a la altura. Y eso no es justo, hay que juzgar a cada ficción en su contexto y con sus circunstancias.

Dicho esto, vamos con el desmenuzado:

La factura técnica está a un nivel bastante alto; una vez más; como tantas series españolas últimamente. Empieza a ser costumbre que nuestra ficción luzca bien, muy bien. Y es increíble lo que hacemos con lo poco (tiempo y dinero) que tenemos, que no lo olvide nadie. En este caso, echo en falta más riesgo y presencia del montaje y la música, pero a buen seguro irán creciendo con el paso de los episodios.

El guión cumple sin fascinar. Una trama definida, un mundo concreto y novedoso, unos diálogos algo justillos en ocasiones. El piloto hace su función y expone el tapiz del juego en que debe desarrollarse el thriller. Algunas soluciones han sido más efectistas que efectivas, concesiones en busca de espectacularidad o ritmo (tan necesario con nuestras duraciones). Da la sensación, por momentos, de que ha habido mucha reescritura forzada por ejecutivos y/o cadena: explicaciones manidas, obviedades, oportunas apariciones by the face… todo lo que a un guionista le produce urticaria; si están ahí no es por su voluntad, Creedme, somos torpes pero no tanto. Aunque no sirva de excusa, la gente tendría que conocer un poco más las vicisitudes reales del guionista antes de lanzarse a criticar.

Actores normalitos. Con alguna excepción que apunta alto (a mi me sorprendió Patrick Criado) ninguno está especialmente acertado; pero tampoco me encontré que alguno me sacase por completo de la historia, cosa que ha sucedido en otras grandes series. El protagonista, Rodolfo Sancho, no tiene entre manos un caramelo como sus recientes Julián y Fernando el Católico y se nota; aun así lo defiende bien y seguramente irá a más.

Almería, los invernaderos y su realidad social está pero no es; lo cual no debe entenderse como algo necesariamente malo. Ya se encarga de aclararlo el rotulo inicial. En mi caso, por andaluz y conocedor de la zona, el factor sorpresa no hace efecto, pero pienso que para muchos será un mundo nuevo y curioso que nunca se ha visto en una ficción de TV. A partir de ahí se exagera en demasía, para mi gusto, la velocidad con la que prende la mecha del racismo. Otra concesión al espectáculo y la necesidad de dar rápido y fuerte que tiene esta industria. Cocinado un poco más lento nos zamparíamos estos acontecimientos, pero de golpe y porrazo algún momento (como el intento de hoguera made in KKK) se me atragantan.

Dicho esto, que es poco y precipitado, veo en “Mar de plástico” un rollo “Punta Escarlata” (que a mi me gustó) que está en el “Bien”. Con el paso de los capítulos veremos si va hacia el “Notable” o al “Aprobado”. Yo, antes del estreno, esperaba un poco más; una vez estrenada espero equivocarme y que me sorprenda para bien.

Pero no puedo concluir este análisis sin referirme a uno de los problemas más exasperantes de la actual ficción nacional: los Haters. Cometí la temeridad (cada día lo es más) de seguir la emisión por Twitter y resultó francamente cansino. Cientos y cientos de personas sin más interés que despotricar de cualquier imbecilidad en torno a la serie y que generan debates y corrientes de opinión bobaliconas, dañinas y completamente innecesarias. Es uno de los problemas de nuestra sociedad actual, que le hemos dado un megáfono a cada hijo de vecino y, por tanto, hay que escuchar muchas sandeces.

Un 80% de los tweets de anoche se centraban en el “problema” de los acentos, que al parecer eran muy poco almerienses y muy sevillanos. Me duele reconocer que aquí asoma el terrible complejo de inferioridad que tenemos los andaluces, empeñados en creer que desde Madrid hay una directriz general de humillarnos en cuanto surge la ocasión. Nadie se para a pensar que la serie se hace para toda España y que un cordobés resulta para el 75% de la población lo suficientemente verosímil como para hacer de almeriense (al igual que uno de Tarragona puede interpretar a uno de Gerona y alguien de Pontevedra podría hacer un personaje de Lugo y a ningún Catalán o Gallego se le ocurriría quejarse a pesar de la diferencia de acentos que existe entre éstos). Es más, a ninguno de estos iluminados se le ocurre que Almería, una provincia de apenas 700 mil habitantes, quizá no dé una cantidad tal de buenos actores como para confeccionar el elenco de la serie y que es preferible coger a maravillosos profesionales de fuera antes que a mediocres locales. Y por supuesto saldrán los listos que digan que en EEUU e Inglaterra los actores se preparan los acentos hasta clavarlos sin tener ni idea de que esos afortunados cuentas con 5 o 10 veces más tiempo y medios para preparar el papel que nuestros interpretes.

Y así con todo: que si los tópicos, que si se quita y se pone las gafas todo el rato… cháchara pueril de espectadores mediocres. Eso no vale. Estos mismos, que eran los que criticaban los desayunos familiares patrocinados de “Los Serrano” y “Médico de Familia” no pueden ahora quejarse de una serie policiaca en el mundo de los invernaderos con el conflicto racial de fondo… porque entre una cosa y otra hay un abismo. Y no reconocerlo es de tontos.

Esta claro que basta con cerrar Twitter, pero el timeline del pajarito no deja de ser un reflejo de una parte de nuestra sociedad… y eso es un problema, porque es un público que no está dispuesto a aceptar la ficción nacional, jamás. Y eso significa menos audiencia, menos crecimiento y un techo más bajo para nuestra series. Un problema que cansa, la verdad.

Hasta que nos leamos.

¿Quien quiere casarse con mi hijo en Gandía Shore?

En la actual parrilla televisiva están coincidiendo dos de los realities más llamativos de los últimos tiempos. Uno fue la sorpresa de la temporada pasada dentro de este género y el otro es una franquicia consolidada y de éxito. Ambos comparten la filosofía de mostrar el lado más frívolo y superficial de las relaciones sentimentales de los jóvenes, pero también tienen una serie de diferencias de planteamiento que los hacen muy peculiares dentro de su estilo.

Hoy presentamos la reality-batalla definitiva: “¿Quién quiere casarse con mi hijo?” Vs “Gandía Shore”…  veamos quien gana a quien analizándolos desde diferentes puntos de vista:

 

1. Formato

Ambos programas son adaptaciones de formatos extranjeros. “Who wants to marry my son?” es original de la productora Eyeworks, propietaria de la compañía española Cuatro Cabezas, que es la encargada de realizar la versión nacional. Por su parte “Jersey Shore” es una idea original del canal MTV que tras el enorme éxito ha decidido producir versiones locales en cada país, como la británica “Geordi shore” o nuestro “Gandía shore”.

En el caso de “¿Quién quiere casarse con mi hijo?” se mueve en los estándares del típico Dating Game y su principal novedad está en incluir a la madre del pretendido como parte activa en el juego. Por lo demás, el resto de elementos del programa se han visto en anteriores ocasiones.

Si hablamos de “Gandia Shore” nos tenemos que fijar más en el modelo Big Brother de convivencia entre desconocidos. El grueso del programa no presenta planteamientos novedosos salvo el hecho de que todos los participantes sean residentes de una misma zona (hecho que comentamos en el punto 3). Esto, que si supone una auténtica novedad en el panorama televisivo hace que nos decantemos a su favor como formato más novedoso.

Minipunto para “Gandía Shore”

 

2. Tono

En el caso de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?” estamos ante un claro ejemplo de cómo un programa decide reírse de los concursantes a las claras. El tratamiento de los sucesos y las situaciones a los que les exponen son de coña. A la hora de editar los vídeos no se duda en usar refuerzos de audio cómicos y hacer hincapié en los detalles más vergonzosos. Al tratarse de una segunda edición, los participantes de este año ya sabían perfectamente cómo se les iba a retratar y se prestan al juego encantados de la vida. Después de la que se montó en twitter en la edición anterior del programa, nadie que lo conozca es ajeno al cachondeo que mantiene la audiencia ante las visicitudes de los protagonistas del programa.

Dentro del bizarrismo que supone todo esto, hay que reconocerles un refrescante halo de sinceridad entre tanta mentira catódica.

Por lo poco que hemos podido ver de “Gandía Shore”, también pretende ensañarse con sus concursantes y sacar el máximo partido de sus vergüenzas (en forma de borracheras y peleas). El problema aquí es que no parece que los chavales tengan tan claras las normas del juego; ellos se creen la caña de España y los defectos que a todos los espectadores nos hacen partirnos de risa, para ellos son sus mejores y más llamativas virtudes. Nos encontramos ante el caso del “tonto motivadoque expone siempre Emilio Duró en sus conferencias, y éste es un espécimen muy peligroso. En este caso, con el agravante de tener la referencia de los chicos americanos, que se han convertido en auténticas superestrellas en su país.

Visto lo visto, me quedo con la capacidad de saber reírse de uno mismo que destila el programa de Cuatro. Minipunto para “¿Quién quiere casarse con mi hijo?”

 

3. Casting

En este apartado se juega en distintas condiciones. “¿Quién quiere casarse con mi hijo?” parte con la ventaja de tener un elenco mucho mayor: 5 chicos, sus 5 madres y 5 candidatos cada uno suponen 35 posibles personajazos que encandilen a la audiencia, mientras que “Gandía Shore” compite con sólo 8.

Sabiendo esto, podemos analizar que el primer programa prepara un casting a la manera tradicional y trata de configurar un elenco compensado geográficamente (2 andaluces, un gallego, un valenciano y un manchego; cada uno con pretendientas de lugares varios), socio-económicamente (un rico, uno de clase media-alta, un par de clase media y otro de clase humilde) o según tendencias sexuales y mentalidad (en las dos ediciones de incluyó un chico homosexual y suele haber madres solteras, gente virgen, profesionales del porno o católicos practicantes).

Sin embargo el reality de la MTV apuesta por algo nunca visto: que todos o casi todos sus participantes sean de una misma región (6 valencianos, un madrileño y una catalana). Este hecho supone, para mi, el gran acierto del programa ya que se crea una especie de subcultura muy particular y que funciona en todas las direcciones. A los de esa zona les hace gracia ver a los chungos de su tierra y a los de otras regiones les fascina comparar el chungo ajeno con el chungo local. Esta peligrosa decisión puede llevar a estigmas (“Todos los valencianos son iguales…”) y a agravios comparativos, pero es indudable que funciona como perfecto ejemplo de glocalización

Peculiaridades aparte, ambos realities basan su tremendo éxito en el acierto a la hora de elegir a personajes que no dejan indiferente a nadie, a sujetos que dan juego infinito y que consiguen que el público se enganche al programa para ver quien suelta la siguiente burrada y si será más gorda que la anterior.

En mi caso, por riesgo y novedad de planteamientos, concedo este minipunto para “Gandía Shore”

 

4. Igualdad de géneros

Estamos ante el apartado, quizá, más claro de todos ya que el tratamiento en uno y otro programa difiere radicalmente.

“¿Quién quiere casarse con mi hijo?” otorga el poder absoluto a los hombres. Esto es una obviedad provocada por dos factores: 1) la naturaleza de los programas de citas, en los que el pretendido tiene todo el poder y los pretendientes ninguno y 2) el hecho de que para aprovechar bien el vínculo madre-hijo en este formato todos los pretendidos son chicos. Más allá de que se incluya a un homosexual o no, el planteamiento es muy machista porque se buscan perfiles de hombres machistas, tipos promiscuos y con ganas de picar un poco de cada plato antes de elegir. Yo no digo que no sea licito para el concursante (De hecho me lo parece) pero les coloca en un nivel de superioridad antes las chicas que es muy difícil de manejar… y la mayoría lo maneja mal.

“Gandia Shore” parte de una base mucho más ecuánime: hay 4 chicos y 4 chicas, cada uno puede hacer lo que le de la gana y la forma en que traten a los demás es cosa suya, no hay objetivos sentimentales per se, pero hay convivencia y los peligros que ésta conlleva. Posiblemente en el desarrollo del programa veremos comportamientos tan o más machistas que los del otro reality, pero la diferencia es que estos nacen de la naturaleza del participante, no de la dirección del programa (A no ser que éstos hayan buscado perfiles especialmente machistas o feministas para provocar conflicto, cosa que a tenor de lo visto en el primer episodio no parece probable).

A mi entender aquí está clarísimo que el minipunto vuelve a irse para “Gandía Shore”

 

5. Audiencia

Categoría igualada ésta, y difícil de medir debido a que “Gandía Shore” tan sólo cuenta con una primera emisión. Hasta el momento se puede decir que ambos programas son éxito relativo en cuanto a números generales, éxitos rotundos en lo que a las expectativas de su cadena se refiere (multiplicando por 2 y por 3 la media del canal en esa franja) y en ciertos sectores de público (target joven y joven adulto eminentemente urbano), a lo que se suma su enorme repercusión en redes sociales (Principalmente Twitter).

Aunque los datos de “¿Quién quiere casarse con mi hijo?” son más abultados, “Gandía Shore” destaca más dentro de su cadena y ha sido el estreno más visto de su historia. Hasta el momento, y a la espera de ver cómo se desarrolla el reality de MTV… lo dejamos en empate.

 

6. Polémica

“¿Quién quiere casarse con mi hijo?” va cargado de morbo y de situaciones polémicas. Es del tipo de programas que permiten a los participantes guardar secretos para que más adelante estalle la bomba (La madre soltera que no lo confesó, el stripper que en realidad es actor porno, un transexual que oculta su condición, etc.). Además, se valen del carácter de los concursantes para juntarlos con aquellos con los que más roce negativo pueden tener (En el último capítulo, por ejemplo, se provocó que un pretendido se liase con la pretendienta de otro). Las prioridades de las madres suelen chocar con las de sus hijos y esa es una fuente inagotable de conflictos; por su lado las pretendientas no dudan en hablar mal unas de otras, ponerse zancadillas y desprestigiarse unas a otras tanto como puedan… la cosa va bien servida, vaya.

Por su lado “Gandía Shore” ha escogido un camino más directo y conflictivo: se limitan a dar ingentes cantidades de alcohol a un grupo de veinteañeros con ganas de sexo y juerga. Ello ha provocado, sólo en su estreno, que veamos peleas de borrachas a la puerta de una discoteca, a un participante orinar en la calle, ver cómo echan de una fiesta a la gente a grito pelado, llegar tarde al trabajo por la resaca, a una que se lía con el primero que pasa por despecho, etc. Si ha ello le añadimos las clásicas raciones de morbo por sexo, por el típico “a dos les gusta el mismo tío” o “no quiero nada contigo ¿Vale?” el combinado resultante es toda una bomba.

Pero sin duda el punto que marca la diferencia entre los dos programas son las polémicas extra televisivas, las que van más allá del programa en si. “Gandía Shore” ha provocado que el ayuntamiento de esta localidad intente que se elimine el nombre del título del programa. Hace sólo unos días, la TAC pedía un boicot publicitario al programa por los valores negativos que difunde, la policía ha multado a un concursante por conducta indecorosa… y es sólo el principio ¿Quién sabe hasta donde pueden llegar en este formato?

Teniendo en cuenta esto último, está claro que el minipunto es para “Gandía Shore”.

 

7. Influencia

Éste es un apartado difícil de medir. Nos basaremos en parámetros de influencia social, de cómo cala el programa entre la sociedad en general. “¿Quién quiere casarse con mi hijo?” ha logrado generar una corriente en torno suya muy importante, tiene una comunidad de seguidores muy fiel y activa que se manifiesta principalmente vía Twitter. Todo comenzó con la creación del concepto “tróspido” para definir al programa y sus participantes por parte del tuitero El Hematocrítico. A raíz de esto, cada semana hay trendings topics durante la emisión del programa que llevan esta palabra, la propia cadena utilizó la palabra en las promos del programa y, de hecho, comienza a orise en la calle a gente que usa el término tróspido para referirse a otras cosas ya ajenas al reality.

Hasta el momento “Gandía Shore” no ha conseguido nada parecido. Si bien es cierto que las posibilidades son infinitas después de ver cómo los protagonistas del formato original son ahora estrellas en EEUU  (tienen línea de ropa propia o programas individuales en la TV, han llevado al extremo el personal branding y la gente en la calle copia sus peinados, forma de vestir y usan muchas expresiones propias de ellos). Lo cierto es que todo esto queda aun a años luz de lo que puede ofrecer la versión española.

Por tanto, un claro minipunto para “¿Quién quiere casarse con mi hijo?”.

Y creo que ya está bien de enrolarse. Llegó la hora de hacer recuento y comprobar que “¿Quién quiere casarse con mi hijo?” ha sacado 2 minipuntos y medio, mientras que “Gandía Shore” obtiene 4 minipuntos y medio. Cosas de la vida, escribo una entrada valorando dos programas y vence claramente el que menos me gusta a mi… En fin, felicitaciones a MTV y a los productores del programa. Yo me quedo con el bonito detalle de que “Gandía Shore” es el primer reality de la historia de España en el que no sale ningún andaluz haciendo el ridículo… ¡Gracias!

 

Hasta que nos leamos.

La Vuelta a España y las segundas pantallas

La serpiente multicolor

Hace ya algún tiempo que desde RTVE se vienen haciendo bien las cosas en lo que a la implantación de la TV social se refiere. Casos como los de las series “Águila Roja” y “Cuéntame” o el impresionante abanico de posibilidades de la web corporativa son clara muestra de ello.

El último peldaño en la escalera de la televisión del futuro más inmediato lo acaban de subir este verano, añadiendo sus retransmisiones deportivas a esta nueva forma de ofrecer contenidos y relacionarse con los espectadores (que dejan ya de estar expectantes, valga la redundancia, para volverse participativos). La retransmisión de los JJOO de Londres 2012 ha supuesto una revolución para nuestra cadena pública, y deja un gran titular que constata el afianzamiento de los nuevos usos y consumos de televisión: Por primera vez las retransmisiones han sido mayoritariamente seguidas por Internet.

Bien a través de ordenadores, de móviles o de tablets, el consumo de la cita deportiva del año en la página de RTVE ha superado a la emisión tradicional. Esto ha sido posible, principalmente, debido a que en su site ofrecían todas las señales disponibles en cada momento, hasta alcanzar un total máximo de 19. ¿Qué supone esto? Pues algo tan novedoso como que cada espectador puede elegir qué deporte ver en cada momento en lugar de tragarse lo que emitan por la cadena de turno. Una vez más, el emisor (RTVE) entrega el poder al receptor (Espectadores) para que sean ellos los que participen del proceso, convirtiéndose en programadores activos… Chapeau.

Parece que esta declaración de intenciones no hace si no confirmarse ahora que disfrutamos del siguiente gran evento deportivo que ha caído en las manos del ente público: La Vuelta a España 2012. Como ya hiciesen en el pasado Tour de Francia, los narradores de la prueba (Carlos de Andrés y Pedro Delgado) están siempre atentos a Twitter para compartir impresiones con los espectadores, contestar a sus dudas y preguntas e, incluso, ser corregidos por el público si en alguna ocasión meten la pata… esto que quizá no parezca muy novedoso supone, en mi opinión, un tremendo acierto en la estrategia del uso de segundas pantallas durante el consumo de TV, y por varios motivos:

1)   El ciclismo es un deporte con picos de actividad definidos; esto quiere decir que durante las etapas pueden pasar kilómetros y kilómetros “poco interesantes” para el espectador (sobre todo en las llanas y en los principios de etapa). Los que seguimos el ciclismo desde siempre ya estamos más que acostumbrados a realizar una segunda actividad paralela mientras vemos la etapa: desde la mítica siesta de la primera semana de carrera (confieso haber agudizado mis sentidos para abrir el ojo a 500 metros de meta, justo cuando el lanzador deja al sprinter para hacer el último esfuerzo), a leer, jugar a la consola portátil, etc. Sabiendo esto como lo saben en RTVE, han tenido el talento de promover que esa segunda actividad sea realizada en una segunda pantalla y que esporádicamente o de forma constante esté relacionada con su retransmisión. Siendo más claros: ya que sabemos que el público va a hacer otra cosa mientras ve el ciclismo, ofrezcámosle algo que hacer relacionado con nosotros. Un vistazo a Twitter y la posibilidad de comentar con los demás lo que está pasando es un primer paso, y si, además, puedo charlar con los comentaristas y que Perico responda a mi tweet seguramente esté más atento a la tele y me sentiré más identificado con la retransmisión y con la cadena.

2)   El ciclismo es un deporte de retransmisiones especialmente largas. De media nos ofrecen unas dos horas de etapa pero en las grandes citas (la montaña) se puede alargar a tres, cuatro y hasta cinco horas. El comentarista debe armarse de un arsenal de temas para aguantar tanto tiempo sin parar de hablar de cosas medianamente interesantes, y es ahí cuando el poder mantener contacto directo con la audiencia cobra importancia y sentido: dotas de contenido interesante la retransmisión y cubres tiempo de la misma.

3)   Como decíamos, los picos de actividad del ciclismo permiten que se hagan debates de opinión. En una retransmisión de baloncesto, con ritmo casi frenético, no tiene mucho sentido comentar los tweets o responder preguntas, pero en el ciclismo si, y mucho. Chismorreos sobre fichajes, dudas en la forma de entrenar, recuerdo de ediciones pasadas… todo ello es parte habitual de una retransmisión ciclista y el aficionado lo espera y demanda, con lo que ahora estará encantado de poder participar en ellos.

No obstante la novedad más destacable de la retransmisión de la Vuelta 2012 reside en una colaboración a tres bandas que ha llamado mucho mi atención: Organización – cadena de TV – público forman un triunvirato que elige en cada etapa al ganador del premio a la combatividad.

Os pongo en antecedentes: Uno de los premios menores o secundarios que se reparten en cada etapa es el de la combatividad y se entrega a aquel corredor que más ha peleado durante la misma. Si un pobre diablo se pasa 200 Km escapado y el pelotón le coge a 1 de meta se premia su esfuerzo con este galardón (es un ejemplo entre muchos). Este reconocimiento tiene una traducción en metálico importante para muchos corredores y equipos humildes, así como cierta repercusión publicitaria.

Pues bien, en esta edición la organización de la vuelta (A cargo de la empresa Unipublic), cuando quedan unos 30 Km a meta, propone tres nombres o candidatos a la combatividad, éstos son anunciados por TVE y puestos a disposición del público en su web para una votación abierta; finalmente los espectadores son los que deciden con sus votos quien es el merecedor final del reconocimiento.

¿Qué tenemos aquí? Una estrategia crosmedia que aprovecha perfectamente el uso de la segunda pantalla para crear interactividad y participación. El espectador tiene poder, no ya sobre la mera retransmisión, sino sobre el acontecimiento deportivo en si mismo. El valor y la decisión de los organizadores de La Vuelta y los dirigentes de RTVE se traduce en una exitosa iniciativa que engancha al público y le lleva a visitar la web, registrarse y participar. Consecuencias: fidelización de audiencia, incremento de visitas a la web, obtención de datos del usuario, más anunciantes interesados en tu página, sube el caché del patrocinio del premio de la combatividad… o sea, monetización de la inversión y el esfuerzo. Como diría Eduardo Prádanos: ¡Show me the Money!

Creo que este tipo de iniciativas son las que marcarán el futuro de las emisiones de deporte en directo y con las que se conseguirá que este tipo de eventos continúen siendo líderes de audiencia y de seguimiento mayoritario, como hasta ahora. Para mi es toda una alegría comprobar como el tránsito hacia una TV social se hace de manera tan natural y efectiva ya que creo que es el deber y la obligación de las cadenas públicas el liderar esta transición y educar al público en los nuevos consumos de ocio integrado. Mi Enhorabuena a todos los responsables de Unipublic y de RTVE.

Hasta que nos leamos.